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sábado, 4 de enero de 2020

La seriedad




Me gusta la seriedad. Pero, ojo con esta palabra: no estoy hablando de la falta de empatía, ni del ceño fruncido, no. Estoy hablando de la gente que es capaz de tomarse en serio las cosas serias, la que sabe que el verdadero ser del hombre es su obrar, la que vive con los ojos muy abiertos. Curiosamente, suele ser gente cuya seriedad fundamenta y da peso a una profunda alegría de vivir.



La seriedad que sabe contemplar en su justa medida las cosas serias de la vida, y por tanto ordenar bien la propia escala de valores, sitúa a quienes la viven en una postura privilegiada con respecto al mundo: la primera fila, un sitio donde todo se ve muy bien. Por eso es una virtud de gente comprometida y solidaria. Como dice el poeta Jorge Guillén:



Heme ante la realidad.

Cara a cara. No me escondo.



Quien mira cara a cara la realidad distingue lo importante de lo accesorio, y lo episódico de lo esencial. De esa manera se convierte en una referencia moral para quienes están a su lado. En una autoridad de la vida. Porque se toma en serio su propia vida y la de los demás, justo lo contrario de lo que hacen los necios, los superficiales y los falsos.



Dice Unamuno que levanta el ánimo encontrarse con espíritus nobles cuyo ahínco es hacer sentir a los demás la augusta seriedad de la vida. Diría yo, espíritus nobles que hacen sentir la importancia sagrada de cada momento de la vida.




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