BIENVENIDOS

Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



sábado, 23 de noviembre de 2019

Dos críticas de Todo se olvida




La novela Todo se olvida ha recibido en estos días dos estupendas críticas literarias que me gustaría compartir.

En Todo literatura el escritor y editor Alberto Gómez publica una crítica extraordinaria. En ella dice: 


"No es fácil —es lo más difícil para un novelista— crear un mundo, hacérselo tangible al lector. Guaita lo consigue en sus novelas y de manera muy especial en Todo se olvida. Una obra que tiene, en el buen sentido del adjetivo, aroma de clásico desde su primera página."


Leer la crítica completa en Todo literatura


El escritor Jorge Pozo Soriano, escribe en su blog: 

"Mi sensación final os la podéis imaginar. No me voy a extender más. Solo voy a insistir en darle las gracias a Carmen por habernos regalado una historia y unos personajes de los que, por contradecir al título, nunca voy a olvidar. Leedlo. Hacedme caso. Leed a Carmen es, me atrevo a decir, beneficioso para salud y para el alma."

Leer la crítica completa en el Blog de Jorge Pozo Soriano


Gracias a ambos por ser tan generosos. Gracias también a Criptana, la protagonista de Todo se olvida, por las enormes alegrías que me está proporcionando.



martes, 19 de noviembre de 2019

A la intemperie




El pasado 14 de noviembre tuve el honor de dirigirme a los dos mil profesores asistentes al congreso de Escuelas Católicas. Me presenté ante ellos como lo que soy - una maestra católica que ha dedicado toda su vida a la enseñanza pública- para hablar de los desafíos que nos plantea este cambio de era histórica, y de la necesidad de mantener vigente la identidad y la esencia de nuestra profesión humanizadora. Compartí la ponencia con Pedro Huerta, superior de los Trinitarios, un pensador de primer orden y un verdadero maestro. Y para mí fue un honor pasar la jornada allí compartiendo experiencias.

Hubo polémica, sí. Pero la educación se enfrenta hoy a desafíos que trascienden la actuación de los políticos sobre ella. Ni la escuela pública ni la concertada van a desaparecer porque configuran el mapa escolar en nuestro país y entre ambas se escolariza el 95% de los niños y jóvenes. Y los maestros de las dos redes afrontamos los nuevos retos con vocación, con pasión y con preocupación compartidas. 

La escuela pública no es propiedad del gobierno, ni la concertada de las familias: ambas sirven a la sociedad. Los verdaderos problemas de la educación, los que realmente hay que abordar, están hoy fuera de los despachos. Pedro Huerta decía que debemos romper los invernaderos en que vegeta lo autoreferencial y educar a nuestros alumnos para vivir a la intemperie. 

Pues bien, mientras los políticos de todo signo discuten sobre el grosor de la espuma, así es como estamos todos los maestros: a la intemperie.

sábado, 9 de noviembre de 2019

Educación y violencia de género



El próximo 25 de noviembre es el Día Internacional contra la Violencia de Género, que la ONU propuso conmemorar hace ya casi veinte años. 

La violencia de género se identifica preferentemente con el maltrato físico hacia una mujer; no podemos olvidar, sin embargo, el maltrato psicológico, sexual o económico, la mutilación genital, el matrimonio forzado, el tráfico de mujeres, y otras manifestaciones como la violencia institucional, el acoso callejero o el acoso sexual.

La violencia de los hombres contra las mujeres es un atavismo, una disfunción estructural que lleva existiendo desde el origen de la humanidad. Hemos avanzado mucho en su transformación aunque todavía quede mucho por hacer. El rechazo hacia la violencia contra las mujeres, su penalización legal y social es un gran avance y debemos cuidar los mensajes políticos para no retroceder en algo que supone un progreso para las mujeres y para los hombres también.

¿Cuál es por tanto el papel de la educación escolar ante la violencia de género?

En el Informe sobre el desarrollo mundial 2018, Jim Yong Kim, el presidente del Grupo Banco Mundial, afirma: En el caso de los jóvenes, la educación fomenta el empleo, incrementa los ingresos, mejora la salud y reduce la pobreza. A nivel social, estimula la innovación, fortalece las instituciones y promueve la cohesión social. Los niños con los que la sociedad está más en deuda son aquellos que más necesitan de una buena educación para prosperar en la vida”.Como contraste a esta adjudicación de responsabilidades, León Tolstói  nos dice en Ana Karenina: “La mejora de las condiciones sociales es previa a la mejora que proporciona la educación.”

La escuela, por supuesto, tiene mucho que decir pero no todo, y esto es algo que debe quedar bien claro precisamente porque en la educación está la solución a este problema. Y sin duda es Tolstói quien tiene razón: es la sociedad la que debe renovar estructuras, emplearse a fondo en los problemas generados por la desigualdad; solo entonces puede prosperar la semilla de la educación. Es un grave error atribuir a la escuela una omnipotencia que no tiene frente a la fuerza de la educación en familia y a la configuración ética de la sociedad; ante situaciones cotidianas de desigualdad y maltrato que los niños observan en sus madres, o ante costumbres importadas que las familias no pierden cuando abandonan sus lugares de origen y que constituyen una estructura oculta, porque los avances sociales son inexorables pero las diversas culturas no los consiguen de manera homogénea. Por supuesto también ante la impresionante cercanía a la violencia de género con la que viven algunos niños, y la destrucción psíquica de quienes la han presenciado. Incluso, sin ir tan lejos, y observando a mis alumnas, ante las app que reproducen y perpetúan estereotipos. O ante los videojuegos violentos que ocupan un impresionante número de horas en la vida de los chicos. Porque no debemos olvidar que la educación contra la violencia de género implica también empoderar a los chicos en valores referentes al conocimiento y la cultura, al arte, a la sensibilidad… Y separar estos valores de lo femenino, acercarlos a la masculinidad.

Adjudicadas las responsabilidades, está claro que la escuela tiene mucho que hacer. Por ejemplo es seguramente el estamento que mejor representa ante chicos y chicas la imagen de mujeres profesionales, y las profesoras debemos ser conscientes de ello. 

Por supuesto, a las aulas llega el eco de situaciones de violencia de género desde edades muy tempranas; la certeza de que tiene lugar entre parejas y ex parejas adolescentes.  En los últimos años se está visibilizando, a pesar de todo, que los adolescentes cuentan cada vez con más herramientas para su detección y denuncia, y que la sociedad en general está tomando conciencia de la magnitud de la cuestión.

En la escuela tenemos deberes que realizar, por supuesto. Y hay que tomarlos en serio. Podemos identificar, por ejemplo, el lenguaje que empleamos, los espacios en los que nos movemos y la utilización que hacemos de ellos, los conocimientos y las labores que ponemos en valor (que dejan al margen aquellos que surgen de las mujeres, que invisibilizan las tareas de cuidados, que excluyen las emociones del discurso…), o los mandatos sobre cómo debemos relacionarnos unas personas con otras en función del género, la orientación, la identidad, el origen social y étnico o las diversas capacidades. 

Si tenemos en cuenta que, desde los primeros años de vida, la escuela es uno de los contextos de socialización más importante, y que a través de las dinámicas escolares podemos estar transmitiendo y repitiendo pequeñas violencias, es necesario contar con estrategias concretas para, por un lado, facilitar esa toma de conciencia propia y de las personas de nuestro alrededor (incluyendo al profesorado, al alumnado, las familias…) y, por otro, para aprender a detectarlas y reconducirlas.

Las escuelas estamos invitadas a la acción, a poner en marcha estrategias específicas en nuestro contexto educativo: el reconocimiento de la diversidad, el reconocimiento de las mujeres, la valoración y corresponsabilidad en los trabajos de cuidados, la convivencia y el empoderamiento personal por encima del género. Estos aspectos se concretan, a su vez, en propuestas en distintos ámbitos relevantes: los objetivos y contenidos del currículo, la metodología y organización del aula, las relaciones, los espacios, el lenguaje y los materiales didácticos. Todos los pasos didácticos deben hacernos más conscientes de cómo funcionan nuestros centros escolares, identificando y solucionando todos los aspectos negativos de la base de la pirámide en cuya cúspide está la violencia de género.

Estamos en ello, con un compromiso creciente y que debe ser cada vez mayor. Pero no olvidemos a Tolstói: La mejora de las condiciones sociales es previa a la mejora que proporciona la educación.”

El próximo miércoles 13 de noviembre participaré en una mesa redonda sobre Educación y violencia de género organizada por Ilunion.


martes, 5 de noviembre de 2019

El debate





No es que no hablaran de educación, de hecho esta vez- y de manera insólita- la educación era protagonista de uno de los capítulos del debate. A pesar de ello, los cinco le dedicaron un promedio de treinta segundos cada uno, en los cuales repitieron un par de eslóganes que habían memorizado.

No es tampoco que no supieran nada de educación. Eso no tiene importancia. Ya va siendo hora de decir que la educación es como la biología molecular, un capítulo fundamental de la vida de todos del cual sabe muy poca gente: solo quien la vive y reflexiona sobre ella.

Tampoco es que no les preocupe. El gobierno de un país se enfrenta a  retos que, en la urgencia del momento, disminuyen la importancia de un asunto cargado sobre las espaldas de las silenciosas familias y los silenciosos docentes.

Es, y ayer se vio muy claro, que no tienen sensibilidad para la educación y nunca van a comprender que debe ser el centro de la sociedad y por tanto de la política. Y ese es el problema.

La mayoría de los retos que estos candidatos deberán abordar tienen que ver con la mala gestión de la educación. Se suceden los gobiernos y nadie ve delante de sus ojos ese gigantesco problema.

Y todavía les parecerá, a ellos y a sus asesores, que hablaron de educación.

viernes, 1 de noviembre de 2019

Lo que tantos niños me enseñaron





Nos encontramos ante una crisis de civilización cuyas consecuencias desconocemos, sin embargo sí hay algo claro: la salida de las crisis personales está siempre en las personas. Por eso, hoy más que nunca es momento de educar bien.

Los centenares de niños de cuya biografía formo parte me han enseñando que la clave de buena educación estriba en conseguir personas completas, equilibradas, felices y capaces de hacer felices a los demás; capaces de recuperarse después del sufrimiento, de encontrar salida, es decir, personas con valores.

Me han enseñado que les son imprescindibles los valores positivos porque permiten empoderarse, dar poder a las propias capacidades. Me han enseñado que quieren aprender cómo llevar las riendas de la vida desde su propia fuerza interior y no desde las exigencias externas. 

Me han enseñado que, en una sociedad cortoplacista, necesitan y añoran un proyecto personal, para sentir su proyección en el tiempo y no solo el vértigo del presente. Me han enseñado que frente al individualismo, precisan el personalismo: sentirse uno y único, tener conciencia de vivir entre los otros.

Me han enseñado a amar la vida. ¿Qué significa esto? Viajar hacia el interior, hacia la propia esencia, descubrir nuestra individualidad y apreciar nuestro estar en el mundo en un lugar y un momento concretos, rodeados de otros que también son únicos e insustituibles. Somos diminutos eslabones en la gigantesca cadena de la historia de la humanidad, sí, pero indispensables en el aquí concreto en que debemos desenvolver todas nuestras capacidades: insustituibles hijos de nuestros padres, padres de nuestros hijos, amores de nuestros amores, amigos de nuestros amigos, significantes para quienes nos conocen. Cada vez únicos. Comprender esto es la clave para amar la vida. Y es una clave espiritual.

Me han enseñado también que entienden la austeridad y que somos los adultos quienes estamos atrapados en el consumo; que entienden también la exigencia de responsabilidades y les gusta notar que confiamos en ellos y que, por su parte, van creciendo en edad y sabiduría.

Me han enseñado que les encanta pensar y que soy yo, adulta, quien no les doy paso para que expliquen su propia visión del mundo.

Me han enseñado que entienden el verdadero sentido de la disciplina como sujeción voluntaria a una serie de requisitos para la consecución de un fin.

Me han enseñado que precisan, que es para ellos vital, el fortalecimiento de los vínculos de la familia. Y que les gusta acompañar a otros en el sufrimiento y la alegría, no otra cosa significa la palabra compasión.

Existe en nuestras casas y nuestras escuelas la posibilidad de la libertad, la posibilidad de la educación, no todo está escrito, no todo se desarrolla en Internet. Las cosas de las cuales se dice que sólo ocurren cada mil años, son cosas que suceden a diario tan sólo con que exista el observador. Nuestro papel es ese: observador de las posibilidades de cada uno de nuestros alumnos, partera que las saca a la luz, individuo libre en busca de su esencia que sabe convertirse en referente y marcar el camino. No es fácil, la tarea de educar nunca lo es, pero es inapelable.

Gracias a tantos niños y niñas que me han enseñado.