No es que no hablaran de educación, de hecho esta vez- y de
manera insólita- la educación era protagonista de uno de los capítulos del
debate. A pesar de ello, los cinco le dedicaron un promedio de treinta segundos
cada uno, en los cuales repitieron un par de eslóganes que habían memorizado.
No es tampoco que no supieran nada de educación. Eso no tiene
importancia. Ya va siendo hora de decir que la educación es como la biología
molecular, un capítulo fundamental de la vida de todos del cual sabe muy poca
gente: solo quien la vive y reflexiona sobre ella.
Tampoco es que no les preocupe. El gobierno de un país se
enfrenta a retos que, en la urgencia del momento, disminuyen la
importancia de un asunto cargado sobre las espaldas de las silenciosas familias
y los silenciosos docentes.
Es, y ayer se vio muy claro, que no tienen sensibilidad para la
educación y nunca van a comprender que debe ser el centro de la sociedad y por
tanto de la política. Y ese es el problema.
La mayoría de los retos que estos candidatos deberán abordar
tienen que ver con la mala gestión de la educación. Se suceden los gobiernos y
nadie ve delante de sus ojos ese gigantesco problema.
Y todavía les parecerá, a ellos y a sus asesores, que
hablaron de educación.
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