BIENVENIDOS

Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



domingo, 23 de mayo de 2021

Paseantes o el arraigo emocional



Antes de la pandemia, el señor Chuck McCarthy, ciudadano de Los Ángeles, se dedicaba a pasear con gente por siete dólares la horaSu negocio se había expandido rápidamente y ya contaba con cinco empleados. La idea era sencilla: si a alguno le apetecía dar un paseo tranquilo charlando con otro, pues contrataba un paseante de personas y listo. La labor de este paseante era escuchar al cliente. Nunca sería un amigo pero lo parecería. 

No es una broma sino una tendencia emergente, como los dog cafés o las gatotecas, donde uno va a acariciar animales sin la complicación de alimentarlos ni llevarlos al veterinario. Ya existen en España. Ese gato nunca será tu mascota pero lo parecerá.

Curiosamente, muchos de los clientes de Mc Carthy eran jóvenes que hacían uso de todas las redes sociales pero al final necesitaban un momento de compañía humana. En un mundo hiperconectado, sin referencias sólidas, donde la gente joven debe abandonar su entorno para encontrar empleo, la industria de la compañía amistosa  está en auge. Muy pronto ya no será un paseante humano sino inteligencia artificial.

A pesar de todo, nuestra esencia más profunda nos lleva hacia la amistad verdadera, hacia los lazos reales y el compromiso con otras personas. Eso es lo que añoramos.

¿Y la escuela? ¿Hay compañía mutua? ¿ O solo lo parece?

La comunicación cara a cara durante el proceso educativo es la más larga en el tiempo y la más intensa después de la de la familia. Hoy, en la sociedad de la comunicación, debéis luchar más que nunca por ella. Debe ser una comunicación más horizontal que nunca, más a su nivel, más de escucharlos también a ellos porque los alumnos y alumnas se encuentran hoy en un estado de máxima fragilidad. Hay que responder a sus dudas más que obcecarse con el temario. A sus dudas vitales también. Permanece, en esta comunicación, vuestro propio aprendizaje, porque los alumnos también nos enseñan a los profes, a diario y siempre. Nosotros enseñamos- no a la clase entera sino a cada una de las personas que la forman- y ellos nos enseñan; ellos crecen y nosotros crecemos. 

Existe hoy un objetivo de búsqueda consciente que me parece muy importante, y es el arraigo emocional de cada alumno con la escuela y lo que sucede en ella, amenazado gravemente por el ámbito digital. Para seguir siendo significativa, los profesores hoy deben esforzarse conscientemente en que los alumnos y alumnas sientan su colegio como el espacio humano donde se desenvuelve buena parte de su vida. Y este es un nuevo reto que debéis afrontar: que la vinculación afectiva permanezca. Tal vez debamos cuidarlo antes de perderlo. Cuidarlo ahora mismo, hoy. A eso me refiero.

 

 

 

 

lunes, 17 de mayo de 2021

El cine

 


Siempre vi películas en clase, con los alumnos. Al principio, hace cuarenta años, con proyector y sábana; en mis últimos años de maestra, en la pizarra digital. Y cuando la película comenzaba, en la clase oscura y sin palomitas, yo dejaba entornado un hilo de luz para ver las caras de las niñas y los niños. Y mi película era su rostro asombrado, risueño, emocionado, cuando descubrían a Charlie Chaplin en Luces de la Ciudad. Delante de mis ojos, a causa de los suyos, una película muda, en blanco y negro y rodada hace cien años, se convertía en un ahora. Los niños de Tercero eran Charlie también: inseguros, algo patosos ante el mundo que estaban descubriendo, tramposos y nobles, generosos y en lucha por su propio espacio en el patio de recreo, en casa y en el aula.

Y en la clase de Sexto, con los que tenían once y doce años, dejaba entornada la luz para contemplar en sus rostros el viaje moral de Marlon Brando en La ley del silencio. Porque esos matones de la película se parecían a los de su barrio y cuando Marlon se les enfrentaba es como si ellos vencieran al que les hacía bullying. Entendían esa película, entendían sus valores, su ritmo, su pathos, a sus protagonistas. No es más violenta que los dibujos animados y, a cambio, es profunda y totalmente humana. Aún recuerdo también cómo se sumergieron en los dilemas morales de Doce hombres sin piedad.

En las aulas de los adolescentes, me gustaba compartir la emoción por Barbarroja, de Akira Kurosawa, con su choque entre los sueños y la realidad, con su poesía que tan bien comprenden los adolescentes. ¿Una película en japonés, de tres horas y en blanco y negro? Sí, ¿por qué no? Para el verdadero Arte no hay menú infantil. ¿Qué decir de West Side Story? ¿Hay una edad de la vida en que se pueda comprender mejor a Romeo y a Julieta?

La mayoría de aquellos clásicos me costaron bromas del tipo: “¡Eh, profe, gran noticia. Ya existen las películas en color!” En realidad son obras de arte, mi obligación como profesora era mostrárselas en la certeza de que, al finalizar, conocerían cosas de ellos mismos que antes no sabían.

Sí al cine en el aula, siempre. Pero no por su poder formador, ni siquiera informador, sino por su fuerza evocadora. Porque una buena película es una experiencia personal, individual. Por eso no creo en el cine-forum ni en condicionar la elección del filme al mensaje que se quiere transmitir. Luces de la ciudadLa ley del silencio y Barbarroja, pero también Cantando bajo la lluvia, Matar a un ruiseñor, Bienvenido míster Marshall, Vacaciones en Roma o Los siete samuráis nos cuentan el viaje moral de sus protagonistas. Es el viaje de la vida, el que yo misma estoy haciendo, al que debía invitar a mis alumnos, siempre desde lo que el mensaje de la obra de arte les dijera a ellos.

A través de cada protagonista, el cine les invita a llegar a su protagonismo. Recorriendo esos escenarios recorren su interior. Y ahí están sus contradicciones, sus desengaños y su esperanza. Ellos son personas plenas que viven un momento concreto que se llama infancia o adolescencia. Tienen mucho que decir y que decirse a sí mismos.

Sí al cine en el aula. Siempre. Sí a acercar a los niños el Séptimo Arte, las grandes obras, las leyendas, y a dejar que les digan cosas como nos las dicen a nosotros.

Me hizo muy feliz ser espectadora de ese diálogo. Por eso, por felicidad propia, cuando mis alumnos miraban el cine, yo los miraba a ellos.

 


jueves, 13 de mayo de 2021

El zumo de naranja

 


No basta la atención expectante hacia los otros; hay que llegar a la preocupación.

Santiago Ramón y Cajal

 

 Ayer, 12 de mayo, conmemoración del 101 aniversario del nacimiento de Florence Nightingale, se celebró el Día Mundial de la Enfermería. Es una profesión esencial- joven en cuanto a titulación y antigua como la humanidad en su vocación de cuidado- cuya importancia y profundidad hemos comprendido este año mejor que nunca.

Como mi padre era médico, en mi casa, de niña, los profesionales de la sanidad siempre estuvieron presentes, siempre apreciamos su importancia y su trabajo. Sin embargo, solo de adulta comprendí verdaderamente  la esencialidad de la enfermería. 

Sucedió hace treinta y cinco años. Estuve ingresada durante bastantes semanas en un hospital a consecuencia de una complicación grave que derivó en una operación muy compleja, de la que iban a quedarme secuelas. Por entonces yo deseaba con todas mis fuerzas ser madre y luchaba por tener hijos- esta es la verdad- pero mi cuerpo no quería.  Me encontraba muy triste, sin ganas de recoger de nuevo los pedacitos de sueños descalabrados. Cada amanecer esperaba a un hada madrina con uniforme blanco de enfermera cuya cara recuerdo perfectamente, y su pelo cortito y moreno y sus gafas. La esperaba porque era muy sonriente y me regaba con su alegría.

Una mañana a la hora del desayuno, como quien no quiere la cosa, sustituyó mi brik de Zumosol por un enorme vaso de zumo de naranja natural. "No le cuentes a nadie esta travesura que he hecho, pero bébetelo. Está recién exprimido"- me dijo. Yo me quedé asombradísima y le pregunté por qué me lo había traído. Y ella respondió con una frase que nunca he olvidado. Me dijo: "Te he traído este zumo para que te acuerdes de que quieres vivir."

Yo quería vivir, sí, claro que sí. La enfermera, con su zumo de naranja, me despertó de nuevo, me permitió trascender el sueño que no se cumplía y me dijo: la vida puede ser dulce, solo tienes que comprenderla. 

Las enfermeras son personas que, en los momentos de mayor vulnerabilidad, se preocupan por nosotros. Además de su profesionalidad, que es grande y debemos reconocerla, todas poseen la cualidad más delicada, aquella que solo pertenece a quienes poseen plenitud de humanidad: dejan de ser ellas mismas y se transforman transitoriamente en otras. Se transforman en nosotros, dolientes, nos comprenden, nos cuidan, nos devuelven de nuevo la dignidad y la fuerza, nos distinguen a cada uno entre el resto de los enfermos, nos personifican.

Gracias por la esencialidad.

 

He narrado esta anécdota en mi libro Encuentros, pero en tercera persona, como si fuera un cuento. Sin embargo, fui yo quien se bebió, enterito, aquel maravilloso zumo de naranja. 

 


lunes, 10 de mayo de 2021

La permanencia

 


Cuando parece que todo cambia, ser maestra, ser maestro, contiene un sustrato de permanencia: todavía significa dejar huella profunda en la biografía de centenares de personas. También significa estar dispuesto a aceptar un profundo compromiso ético, a dar lo mejor de uno mismo a diario y siempre; a aceptar y conocer a muchas personas; a dejarse impregnar por el presente, marcar el futuro de un par de generaciones… Y no dejar de aprender.

La formación docente tiene un componente cotidiano. El horizontal, de profesor a profesor, nos está esperando ya desde hace tiempo como la mejor salida a los requerimientos concretos del aula. Pero los alumnos también nos enseñan a diario y siempre, porque una clase es una de las formas de comunicación personal más profundas y ricas. Nosotros enseñamos- no a la clase entera sino a cada una de las personas que la forman- y ellos nos enseñan; ellos crecen y nosotros crecemos. Como dice Sócrates de su relación con su discípulo Alcibíades: “es un amor correspondido.” Durante cuarenta años, aprendí de mis alumnos millones de cosas positivas: sobre el tiempo presente y la importancia de aprovecharlo, sobre la obligación de hacerse preguntas; sobre la fuerza para remontar lo adverso, porque los niños y niñas siguen progresando en medio de dificultades personales que a los adultos nos tumbarían; sobre la comprensión, porque aunque no nos demos cuenta son muy indulgentes con nosotros; sobre lo necesario que es el Arte... Este aprendizaje ha sido muy valioso para mí. Todavía pienso en ellos a diario y les estoy muy agradecida.

La educación, en la dinámica de clase, no ha cambiado en esencia, aunque vosotros estéis usando ya otras herramientas. Sigue siendo un diálogo cara a cara, como desde los tiempos de Sócrates. Quienes más han cambiado han sido la familia – que está desbordada y desorientada en muchos casos- y el resultado mismo de la educación. Me parece muy grave que se haya disparado la desigualdad social y el aprendizaje escolar haya dejado de contener la llave de una perspectiva de progreso.

Además, por algún motivo que se me escapa, seguimos rodeados de una desconfianza que podríamos llamar vertical. No la sienten las familias concretas por los profesores concretos, aunque a veces lo parezca; la sienten los poderes públicos por todo el colectivo docente, y la contagian a la sociedad a través de los mensajes que envían, directamente o a través de las leyes. Lo estamos viendo ahora muy bien en esta crisis en la cual los profesores, y su titánico esfuerzo, han resultado invisibles.

Y sin embargo ahí estáis, en clase cada mañana, poniendo a prueba la vocación y la aptitud. La vocación de maestro es la certeza interior de que te interesan mucho las personas, y sobre todo quienes se están abriendo al mundo. Vocación es también la necesidad de comunicar lo que sabes, y un sentimiento de respeto por los demás y por ti mismo. La aptitud es la facilidad para hacer bien algo tan complejo como educar. Lo haces bien cuando tienes una voluntad constante de mejora, eres capaz de buscar soluciones a las dificultades y superas el desánimo. Todo esto junto es dificilísimo de encontrar, y aún así, la inmensa mayoría de los profes poseen estas dos competencias.

Por eso, ya como espectadora, os pediría que no disminuyan las ganas de aprender. Estáis ante la oportunidad de conocer y manejar nuevas formas de comunicación con los alumnos, no hay que desanimarse por la dificultad de implementarlas así, sin apenas formación previa. Se abre un nuevo campo con muchas posibilidades que puede hacer comprender a la sociedad lo importante que es la escuela. A pesar de los mensajes demoledores, subrayando siempre lo que nos diferencia o lo que transgrede, este será a medio plazo un tiempo profundamente educativo. Tendrá que serlo por fuerza porque ha cambiado la historia y vamos a tener que aprender de nuevo a vivir. La vanguardia ya va por ahí, hacia la solidaridad mundial para vencer la pandemia, hacia un mundo mejor. Hacia lo que, por cierto, ha ido siempre la tarea del profesorado.

 

sábado, 1 de mayo de 2021

Escribir una novela

 





¡Cuatro novelas ya! ¡Me parece increíble!


En los artículos y ensayos, se halla expresado lo que opinas sobre asuntos que conoces de forma suficiente como para haber reflexionado sobre ellos; en las biografías, interpretas la vida de otra persona, en una simbiosis maravillosa entre pasado y presente; en la novela sencillamente abres tu alma y creas. Son procesos muy enriquecedores y muy diferentes pero creo que la novela es la verdadera creación porque pone en juego mucho más que el pensamiento: las emociones y los sentimientos.

Escribir una novela es una experiencia única. Supone transmigrar por las almas y las historias de personajes creados por ti misma, de los que tú eres la única y casi omnipotente responsable; descubrir sus recuerdos o convertirlos en metáforas de los tuyos; llevarlos por rutas que se van abriendo ante ti mientras escribes; comprender que empleas tu imaginación para crear y tu creatividad para resolver los problemas que aparecen ante ti… Es algo mágico y difícil de describir porque el milagro de la literatura se produce cuando el autor se encuentra en un estado mental especial, de alguna manera enajenado. 

Hace años, la famosa frase de Flaubert “Madame Bovary soy yo” me parecía una extravagancia. Ahora comprendo que el gran autor francés compendiaba la esencia de la creación literaria. Salvando todas las distancias, de una manera mucho más humilde, todos los personajes de mis novelas también son yo misma, porque ven el mundo con mis ojos o me han permitido verlo con los suyos.

Publicar es otra cosa: algo dificilísimo hoy en día, un auténtico privilegio. Agradezco profundamente a Khaf la confianza que ha puesto en mí. Ser una verdadera novelista es algo que ni siquiera estuvo en mis sueños.