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Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



domingo, 26 de septiembre de 2021

Conversaciones en familia, algunas sugerencias.

 



Cuando dialogamos con los hijos e hijas, nuestra actitud se convierte en un elemento de la mayor importancia para que la conversación transcurra por buen cauce. Por eso es tan importante que nunca nos situemos a la defensiva ante ellos, ni estemos pensando constantemente en qué momento dejaron de ser nuestros preciosos chiquitines. ¿No se nos ha ocurrido pensar que ellos también deben de preguntarse en qué momento dejaron de ser causa de nuestra alegría? ¿No se preguntarán por qué nos hemos convertido en padres que regañan a todas horas? ¿Por qué ya no somos felices a su lado? Sin embargo, seguimos siendo felices a su lado, solo es que se nos ha olvidado decirlo. Por eso debemos hacer un repaso general a algunas actitudes que se explican a sí mismas. 

Podemos basar la comunicación con nuestros hijos en:

Advertencias: “No te has dado cuenta de la que te va a caer como no recojas la habitación.”

Culpas: “Si fueses ordenada no estaría así la casa.”

Amenazas: “Si no recoges, no sales. No hay más que hablar.”

Ofensas: “Eres caótico, el desorden en persona.”

Futurología: “Serás un desastre toda la vida.”

Victimización. “¿No ves todo lo que hago por ti? ¿Qué más quieres?”

Sermones: Aquí imaginemos un párrafo muy largo, en el cual se desgranen un montón de consejos que se resumirán en una sola frase: “Mira qué bien lo hago yo todo.”

Órdenes: muchas, constantes, y a causa de ello, contradictorias.

Comparaciones: con la hermana, con el hermano, con nosotros de niños, con el vecino del quinto, con ellos mismos a los cuatro años…

Sarcasmos: “¡La mejor amiga! ¿Qué sabrás tú de eso?”

Estas disfunciones son inevitables y todos caemos en ellas. El problema surge cuando se repiten, cuando se nos pasa un día y otro sin salir de ellas ni haber aumentado la calidad de la comunicación. Si estuviésemos en su lugar también saltaríamos como un resorte o terminaríamos desconectando. Quien no sale nunca de esta forma de hablar con los hijos, daña gravemente la comunicación. Si empleamos toda nuestra artillería para abordar, por ejemplo, “la habitación desordenada”, las palabras de corrección estarán desgastadas cuando lleguen asuntos más graves. Y si somos habitualmente demasiado autoritarios o demasiado permisivos, lo seremos en todo.

Desde luego, una de las formas más poderosas de comunicación es la conversación. A todos nos gustaría mantener conversaciones fluidas, divertidas, íntimas y amables con nuestros hijos, sobre todo con los adolescentes. Pero en ocasiones ellos parecen sufrir una "alergia" a nuestra presencia. Nos quieren muchísimo- nunca lo dudemos-, desean estar con nosotros, sentirse aceptados e importantes en casa, pero a veces no quieren conversar sino ser escuchados. Cuidado, porque a nosotros nos suele pasar exactamente lo mismo: enfocamos las conversaciones con ellos como oportunidades que tenemos para opinar, orientar, aconsejar o mandar. Rara vez para escuchar y animar.

¿Cuáles pueden ser temas interesantes para iniciar una conversación en familia? Pues, aunque no nos lo parezca, todos los de actualidad, de los que desde muy pronto están enterados y sobre los que tienen una opinión formada, mientras nosotros los seguimos imaginando en el país de las hadas. Por ejemplo:

·                    Asuntos de la marcha de la familia: vivienda, vacaciones, economía, nuestro trabajo (no nos ven trabajar y les interesa mucho), enfermedades de familiares, estado de los abuelos...

·                    Los valores morales, la religión y la política.

·                   Todo lo que concierne a nuestras emociones y vivencias de padres. Hablan mucho de nosotros con sus amigos, igual que nosotros hablamos de ellos con los nuestros.

·                    La situación de justicia o injusticia en el mundo.

             La actualidad social y política.

·                    El deporte, los amigos, las aficiones compartidas o las suyas propias.

Para estimular el diálogo conviene hacer uso de frases abiertas con las que demostremos interés: pedir que nos expliquen algún concepto, preguntar el porqué. Las preguntas directas, sin embargo, se parecen demasiado a nuestros “interrogatorios de regreso del cole”, y no son un buen recurso para comenzar y mantener una conversación.

Estos son algunos trucos para comenzar una conversación (se omite, por obvio, que nosotros mismos debemos estar alejados y desinteresados del móvil).

·                    Podemos comenzar contándole cómo ha sido nuestro día

·                    Transmitirle cómo es nuestro estado de ánimo en ese momento

·                    Pedirle algún consejo sobre algo que nos haya pasado

·                   Generar un entorno que propicie la comunicación: alrededor de la mesa, a la hora en que ya hemos terminado las tareas, en un desayuno tranquilo de domingo, o en un paseo por la naturaleza, que es un entorno prácticamente infalible.

·                    Si le ha pasado algo en los días anteriores, preguntarle cómo sigue todo.

Iniciar el diálogo de forma muy abierta, como: “¡Qué mal día he tenido hoy! ¡Seguro que el tuyo ha sido mejor! ¡Cuéntame algo que me anime, anda!”

Y cuando la conversación ya está en marcha, debemos hacerles sentir que disfrutamos de estar con ellos y respetamos lo que dicen. Conviene que tengan confianza en nuestra discreción, así que no vamos a colgar inmediatamente nuestra foto juntos en una red. Debemos hacerles sentir que también nosotros aprendemos cosas de ellos y que los comprendemos.

La conversación en familia es un tesoro y hace brotar otro: el de conocernos y convivir.

sábado, 11 de septiembre de 2021

Feria del Libro de Madrid 2021

Este año firmaré libros de nuevo en la Feria del Libro de Madrid. Es una ceremonia de encuentro con las personas desconocidas o queridas que leen mis libros, en la cual comprendo que, entre las líneas de esas historias inventadas por mí, existen significados que no predije y apelaciones que no busqué. Son, en dos palabras, encuentros maravillosos. 

Desde el primer día, hace ya muchos años, he disfrutado las tardes de Feria. Recuerdo mi "bautismo" con mi primer libro, el pequeño "Los amigos de mis hijos". Sentí, en primer lugar, la separación artificial que impone el recuadro de la caseta entre la gente y la autora, porque te hace sentir, más que nunca, espectadora curiosa de la vida; en segundo lugar, la sensación de formar parte de un escaparate y estar, de alguna manera, a la venta; en tercer lugar, el baño de humildad que supone esa persona que toma el libro, lo hojea, lee algunas palabras, te pregunta..., lo deja donde estaba y se marcha sin despedirse. Recuerdo también que aquella primera vez había muchísima gente en los alrededores de mi caseta y eso me embriagaba un poco, hasta que descubrí que Antonio Muñoz Molina firmaba en la caseta de al lado. Así que no hay demasiado lugar para la vanidad en esa ceremonia. Mejor así.

Este año voy a vivir la Feria con especial emoción porque intuyo en ella una despedida y un cambio de etapa. Uno de los dos libros que presento, Consolación, me invita a caminar hacia adentro, a construir en silencio. Veremos.

Aquí están las fechas y casetas. Será una alegría que aceptéis esta invitación.


Este es el vídeo con el que promociono la firma de La Ventana.


Consolación es una biografía de santa María Rosa Molas, fundadora de la congregación de Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación, el colegio donde yo estudié de niña. Comenzó siendo un encargo y se ha convertido en el libro que es, tal vez, el más importante de mi vida.

Esta es la portada de Consolación. Mosén Rafael Serra, uno de los mayores expertos en María Rosa Molas me ha escrito: "Si ella leyera este libro, te diría: Así fue mi vida, Carmen." No pueden hacerme un regalo mayor.






martes, 7 de septiembre de 2021

¿Hablamos de virtudes?

 


Los sistemas de valores son todo lo que tenemos en el mundo, la única densidad, espesor y riqueza de nuestra experiencia, el único ser.

                                                                                                                Gianni Vattimo

 

A veces nos sucede que, cuando regresamos a casa después de las vacaciones, nos encontramos desubicados. Se ve otro paisaje desde las ventanas y eso es suficiente para hacernos sentir “de vuelta al trabajo”. Es posible que en la educación de nuestros hijos e hijas nos suceda lo mismo: demasiada flexibilidad en los horarios, mucha transigencia, permisos para todo… Y un curso que comienza para el que necesitamos con urgencia recuperar hábitos y rutinas.

A pesar de los agobios del regreso, conviene pensar qué estamos haciendo para recuperar la idea de finalidad. “Todo esto que haces, ¿para qué sirve?”- nos preguntarían nuestros hijos a poco que buscásemos hueco para hablar un rato entre libro y libro que forrar. Y es que esa es la pregunta: todo lo que hacemos con ellos, contra ellos, por ellos y para ellos, ¿para qué sirve? La respuesta es sencilla y misteriosa a la vez: para que sean felices en el futuro. El proceso equivale a mostrarles un camino, proveerles de buenas botas, cogerles de la mano los primeros tramos y apartarse después para que puedan hacer camino al andar. Las herramientas con las que se educa son el amor y el sentido común, y los ingredientes son los valores.

Los valores son las cualidades positivas, reales y no relativas, de las actitudes humanas. Se los transmitimos porque sabemos que les servirán para vivir. Pero, como dice Aristóteles, que es especialista en este asunto: “Primero recibimos las facultades y después ejercitamos sus actividades. Las virtudes, en cambio, las recibimos después de haberlas ejercitado primero. Nos hacemos justos realizando acciones justas. Y de no ser así, ninguna necesidad habría de que alguien nos enseñara”. Somos nosotros quienes enseñamos las virtudes con nuestro propio ejemplo. Por eso conviene repasar cuáles son y lo que significan, para escoger entre ellas las que queremos que nuestros hijos e hijas ejerciten. Enumeradas por Linda Kavelin en su Guía de virtudes para la familia, de la UNESCO, son:

AFÁN DE SUPERACIÓN, empeño constante en hacer las cosas lo mejor posible. ALEGRÍA, capacidad para potenciar el bienestar propio y el de los demás. AMABILIDAD,  implicación en el bienestar de otros. AMOR, capacidad de cuidar y compartir las vivencias más personales con alguien. APACIBILIDAD, mantener un estado interior de tranquilidad. AUTODISCIPLINA, capacidad para controlar por uno mismo los impulsos. COMPASIÓN, capacidad para preocuparse por quien sufre. CONFIANZA, contar con los demás y creer en sus posibilidades. CONSIDERACIÓN, respetar los sentimientos de los demás. CORDIALIDAD, interés sincero por los demás. CORTESÍA, empleo de buenos modales. CREATIVIDAD, expresar ideas nuevas. DELICADEZA, actuar de manera consciente para no herir a los demás. DETERMINACIÓN, concentrar toda la energía en una tarea concreta. ENTUSIASMO, actuar con entrega, de manera alegre y sin aparentar el esfuerzo. FIDELIDAD, mantenerse firme en lo que uno cree o siente. FIRMEZA, ser constante y ceñirse a un objetivo propio. FLEXIBILIDAD, apertura a los cambios. FORMALIDAD, llevar a cabo los compromisos adquiridos. GENEROSIDAD, compartir sin esperar recompensas. GRATITUD, reconocer lo que se ha recibido de los otros. HONORABILIDAD, vivir respetando lo que uno considera correcto. HONRADEZ, hacer una promesa o dar una palabra y cumplirla. HUMILDAD, reconocer la propia necesidad de mejorar. IDEALISMO, capacidad para creer que el mundo puede ser mejor y actuar para llevar a efecto esa creencia. JUSTICIA, juzgar con imparcialidad. LEALTAD, defender aquello en lo que uno cree. LIMPIEZA, contribuir al orden de la casa familiar y al orden e higiene propias. MISERICORDIA, tratar a los demás con clemencia y perdonar. MODERACIÓN, establecer las rutinas de una vida equilibrada. OBEDIENCIA, reconocer la existencia de reglas. ESPIRITUALIDAD, apertura a la trascendencia. ORDEN, capacidad de organización. PACIENCIA, mantener en el tiempo el interés y las expectativas. PERDÓN, ser capaz de dar otra oportunidad. PREOCUPACIÓN POR LOS DEMÁS, ver más allá de los propios problemas y necesidades. SENTIDO DEL PROPÓSITO DE LAS ACCIONES, tener un centro de atención claro, conocer el objetivo por el que se está trabajando. PUDOR, sentido del respeto por uno mismo. RESPETO, consideración por los derechos de otros. RESPONSABILIDAD, responder ante los retos poniendo en juego las propias capacidades. REVERENCIA, respetar lo que alguien considera sagrado. SEGURIDAD EN UNO MISMO, ser capaz de aceptar un reto, de tomar una decisión y de pensar por cuenta propia. SERVICIALIDAD, deseo de ser útil a los demás. SINCERIDAD, ser franco, veraz y digno de confianza, tener palabra. SOLICITUD, disposición alerta para las necesidades de los demás. TACTO, decir la verdad de manera que no ofenda. TOLERANCIA, aceptar las diferencias en los demás y a partir de ellas buscar acuerdo. UNIDAD, conducirse con armonía, vivir como se piensa y de decir lo que se cree. VALOR, ser capaz de superar el miedo. VERACIDAD, coherencia entre las palabras y los actos.

La vida y la educación no son ese bullicio que nos rodea. ¿Hablamos de virtudes?

 Artículo original escrito para la plataforma UPfamily