BIENVENIDOS

Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



martes, 22 de octubre de 2019

"Sirve para maestro"




Cuando preparaba el libro Memorias de la Pizarra tuve el privilegio de entrevistar a personas extraordinarias que habían dedicado su vida entera a la educación y mantenían viva la llama de su vocación. Así demostraban que un maestro que se jubila no es un jubilado a secas porque nunca pierde el sustantivo “maestro”. Uno de ellos, el profesor Joaquín Campillo, me regaló el original de un artículo suyo titulado “Juventud y vocación.” De él extraigo esta reflexión insuperable:

A veces se puede considerar la vocación desde el ángulo de lo profesional como un necesario y cotidiano hacerse del hombre. Una profesión para la vida. En este camino encaja la vocación docente, que requiere a la vez compromiso ético personal y aptitudes concretas.

En las últimas seis palabras se condensan el ser y el deber de la profesión docente. La aptitud, la vocación, la preparación profesional y el compromiso ético son los cuatro pilares que deben sustentar el desempeño de la docencia.

La vocación está reconocida como un requisito básico. Sin embargo de la aptitud, del hecho de servir para ser educador, se habla mucho menos. Aún así, es indispensable porque los profesores no somos ni funcionarios ni técnicos, sino intelectuales capaces de potenciar a las personas a través de la educación, el conocimiento y la cultura. Nuestro objetivo no es que los alumnos alcancen buenos resultados en las pruebas de evaluación sino que aprendan de verdad. Pero sobre todo, nuestra tarea es iluminar los proyectos de quienes deberán construir el futuro. Y para cumplir esta función social que nos trasciende debemos ser capaces de realizar un ejercicio de conciencia profesional pero también humana porque, como dice Unamuno, “la única conciencia de que tenemos conciencia es la del hombre”. De ahí la obligación de poner la aptitud pedagógica al servicio de las fragilidades y fortalezas de cada alumno y su proyecto, un día tras otro hasta el último del curso escolar, de la carrera profesional, de la vida.

La enseñanza ha perdido prestigio. Este hecho desanima a los estudiantes con vocación, por eso estamos obligados a aumentar la consideración social de la docencia. A veces se habla de atraer “a los mejores estudiantes”; yo prefiero decir “que ninguna vocación sincera se pierda.”

Como primer paso, no estaría nada mal un acceso propio para las Facultades de Educación que valorara no solamente la nota académica sino la capacidad personal – “¿Te gusta comunicarte? ¿Te gusta compartir lo que sabes? ¿Cómo te sientes cuando estás con niños y adolescentes?”- la vocación “embrionaria” del solicitante, sus motivos para querer ser profesor y sus expectativas ante la tarea docente.

Y una vez dentro de la Facultad, revisemos lo que se debe aprender allí, porque la docencia es una profesión hacia afuera, en la que debe tener cabida lo nuevo, lo científico y técnico en el máximo nivel de rigor y solidez, pero es también una profesión hacia adentro, eminentemente ética. Lo explica bien un aforismo antiguo: “Aplicad la inteligencia a la docencia porque os guste enseñar. “



sábado, 12 de octubre de 2019

Gestionando hijos





El próximo 16 de noviembre participaré en el evento Gestionando hijos. Este es el enlace.

Gestionando hijos

Y esta es la entrevista en la que anticipo lo que intentaré aportar.


                                
1.       Tendemos a pensar, hablar y debatir sobre la educación que damos a nuestros hijos, pero ¿nos olvidamos de todo lo que ellos pueden enseñarnos a nosotros?

Así es. Con frecuencia nos olvidamos de que nuestros hijos son personas plenas y absolutas, distintas a nosotros desde el principio de su vida. ¡Nos olvidamos incluso de cuánto nos quieren ellos a nosotros! Siempre tenemos en cuenta nuestro sacrificio, todo lo que hacemos por ellos y lo que estaríamos dispuestos a hacer, y perdemos de vista cuántas cosas nos perdonan y todo lo que hacen ellos por nosotros, como poner en nuestras manos su confianza absoluta. De una persona que mira el mundo por primera vez se puede aprender mucho. Es cuestión de escuchar sus sentimientos y reflexiones, y no simplemente “lo que les apetece” o “lo que han hecho”.

2.       Tu ponencia en nuestro próximo evento de Gestionando Hijos se titula “Lo que nuestros hijos nos enseñan”, ¿qué aprendizajes destacarías sobre lo que has aprendido desde que eres madre?

Mis hijos, con sus diferentes caracteres, me han asombrado siempre, y por supuesto ahora que son adultos directamente me guían. Responder a sus requerimientos, entenderlos, disfrutar de verlos crecer, ha sido el más feliz aprendizaje de mi vida. De mi hijo mayor he aprendido a profundizar en lo que me rodea, una conexión con la realidad- como un mindfulness- que él tiene de manera natural desde muy niño; del menor, he aprendido la resiliencia, porque él se rearma siempre con calma después de un problema, tiene una inmensa libertad interior y, en mi fuero interno, lo llamo “el maestro zen.” De ambos, he aprendido a protestar, es decir a no aceptar lo inaceptable. He aprendido también que, como todas las personas, no “se parecen” a nadie, y esa es la premisa para aceptar que tienen muchas cosas que enseñarte.

3.       Te dedicas a la docencia, por lo que tu vida está (y ha estado) rodeada de niños y niñas, ¿esto te hace ver la vida desde otra perspectiva?

Ser maestra es un privilegio absoluto, un regalo que la vida me ha hecho. Conocer a las personas en el momento en que descubren el mundo, formar parte de ese descubrimiento abriendo las ventanas del conocimiento, convertirme en parte importante de su biografía… ¡Enseñar a leer! Increíble. Un privilegio, no se me ocurre otra forma de llamarlo. Cada día, literalmente, vivo en la escuela momentos de una belleza que no se puede ni explicar.

4.      ¿Qué mensaje quieres enviar a los padres, madres y docentes a través de tu ponencia?

Precisamente, que tener hijos es un privilegio. Me preocupa que empecemos a verlo como un problema, una limitación o un cansancio. Los años más felices de la vida son cansados, sí. Y no viajas tanto, ni vas tanto al cine, es verdad. ¡Pero tienes el mayor espectáculo del mundo en tu propia casa! Hay allí una niña o un niño que sienten por ti un amor incondicional, que esperan tu amor y necesitan tu capacidad de educarle bien. La belleza no es estática, se mueve, corre y grita. La belleza es la infancia.

5.       ¿Estamos cerrados los adultos a seguir aprendiendo y disfrutando como niños?

Me parece que aprender y disfrutar no es patrimonio de los niños. Nosotros podemos aprender y disfrutar como padres, como adultos. Lo que nuestros hijos necesitan es, precisamente, que seamos adultos. Abiertos, curiosos, alegres, risueños, con sentido común, con sentido del humor, con paciencia y con ganas de estar con ellos, pero adultos. Los padres infantilizados son algo artificial y extraño porque no son niños ya, les falta autenticidad.


6.       Hablamos mucho sobre la importancia de la conciliación porque los padres necesitan tener tiempo para la familia, pero muchas veces se nos olvida la importancia de que los niños pasen tiempo con sus padres. De esta manera, tenemos niños sobresaturados de extraescolares para paliar el tiempo en el que los padres trabajan. ¿Crees que si la sociedad pusiera más el foco en los niños, temas como la conciliación laboral estarían más superados?

La falta de conciliación me preocupa muchísimo porque veo sus efectos en la vida de muchos niños. Y también veo los efectos del agotamiento de los padres, de su necesidad de tiempo libre también. Es un problema social gravísimo que, sin que nos demos cuenta, está transformando el panorama demográfico y social.
Y la niñera electrónica, esa Mary Poppins con forma de tablet o teléfono, directamente me parece un experimento cuyas consecuencias veremos, en unos años, con auténtico dolor. Espero no ser catastrofista, es que la ausencia de los padres en la vida de sus hijos, incluso cuando están todos juntos, me preocupa de verdad.