BIENVENIDOS

Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



miércoles, 19 de octubre de 2016

Telma y el 19 de octubre



El 19 de octubre celebramos de nuevo el Día Mundial contra el Cáncer de Mama. Mientras tanto, sigue habiendo mujeres que llegan tarde al diagnóstico o que se están jugando la vida en la lentitud de una lista de espera, y esa es una injusticia de tal calado que debería ser intolerable. Las campañas de prevención y los recursos destinados a la investigación médica nos tendrían que comprometer a todos, y deprisa, porque un cáncer no es un ensayo general sino la vida. Un vuelco, un punto de llegada y un comienzo de etapa también.

Así lo está viviendo mi amiga Telma. Ella, que es doctora en Medicina, supo desde el primer momento a lo que se enfrentaba y quiso hacerlo a cara descubierta, me atrevo a afirmar que sola. Ante ella brotaba, por sorpresa, un recordatorio de la vulnerabilidad que es nuestra esencia de seres humanos. Dentro de ella se agolpaban la incertidumbre por no saber cómo reaccionar, la marejada de emociones intensas, la tentación de negar la realidad, la culpabilidad y el miedo. También la ansiedad y la rabia. Sobre ella, como una punta del iceberg, la presión del atractivo físico, al cual tanto perjudica el tratamiento; esa importancia del cabello y de la piel que solo podemos comprender el resto de las mujeres. Y, por encima de muchos otros pensamientos, se elevaba en Telma la certeza de que su familia la necesitaba fuerte y valerosa. Porque la familia está implicada desde el primer momento en esta cumbre de la vida. Sobre la pareja y los hijos recaen también la incertidumbre y el miedo, la culpabilidad y el compromiso. Y de repente, todo lo laboral, profesional y externo que giraba en torno a Telma cobró una dimensión diminuta frente a la magnitud de la travesía que iniciaba.

Aquel viaje comenzó en un quirófano al que ella entró solamente con la esperanza. La lucha, a partir de entonces, fue cruenta y dura y así, sin paños calientes, nos la fue contando.

Hoy Telma lleva ya dos años de ruta y todo va bien, está controlado y evoluciona positivamente, como sucede en un porcentaje mayoritario- y en aumento- de los cánceres de mama. La esperanza que ella encendió en su corazón, porque quiso hacerlo así, se ha convertido en una certeza: va a seguir adelante por el camino de la vida, tiene tanto futuro como cualquier otra mujer.


Queda mucho por hacer y urge mucho. Aún así, me parece que llamamos “celebración” al 19 de octubre porque Telma y miles de mujeres que sufrieron en su día esta enfermedad van a vivir, un año más, el Día Mundial contra el Cáncer de Mama.

domingo, 16 de octubre de 2016

ALTAS CAPACIDADES


La Fundación Mundo del Superdotado, que preside la generosa e incansable Carmen Sanz Chacón, está realizando una labor impagable por la visibilidad y la normalización de los alumnos superdotados. Son, según las estadísticas, más de 142.000 en toda España, un 2% de la población escolar. A día de hoy tenemos seguramente al menos uno en clase y diez en el centro educativo. Los docentes nos encontramos con decenas a lo largo de nuestra vida profesional, la mayoría de ellos sin identificar.  

La Fundación acaba de celebrar su IV Congreso y ha entregado de nuevo premios a los centros que potencian el aprendizaje de los alumnos con altas capacidades. Los profesores ganadores han compartido experiencias reales, valientes y diversas, de centros educativos que han comprendido verdaderamente cuál es el sentido completo de la atención a la diversidad.

Nos encontramos en estos momentos inmersos en este proceso del aprendizaje por competencias. En este marco, la séptima competencia, según están enumeradas por el famoso informe de Jacques Delors, es la denominada aprender a aprender. Tiene dos dimensiones fundamentales. Por un lado, la adquisición de la conciencia de las propias capacidades y las estrategias necesarias para desarrollarlas. Por otro, disponer de motivación, confianza en uno mismo y gusto por aprender. Este debe ser el marco en el que se desenvuelva la atención a los alumnos con altas capacidades y estos deben ser los objetivos de la atención que se les preste. Porque ellos, con su mente poderosa, nos apelan a los docentes más que ningún otro tipo de alumnado y nos ponen frente a nuestra capacidad de respuesta.  Y es que, en terrible paradoja, el fracaso escolar ha sido hasta hoy el destino de muchos alumnos superdotados, condenados al fracaso en unas aulas que, como el famoso lecho de Procusto, sirven sobre todo para amputar talentos en busca de una homogeneidad - de un “termino medio”- imposible.

Uno de los filósofos fundamentales del siglo XX, Martin Heidegger, dice en una de sus obras: ¿Es verdad que pensar contra las creencias comunes conduce necesariamente a lo negativo? La primera creencia común es que no tenemos en cada aula un alumno al menos con una capacidad superior a la media. La segunda, que este chico, esta chica, pueden desenvolverse solos. Estamos obligados a romper la estructura de prejuicios que convierte a los superdotados españoles en un tabú, y buscar para ellos, de una vez, soluciones adecuadas. Porque la excelencia y el talento deben jugar un rol protagonista en nuestro futuro y el de la sociedad en que vivimos.



lunes, 3 de octubre de 2016

PROFESIONALIDAD






“-Cuando yo uso una palabra – insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso- quiere decir lo que yo quiero que diga: ni más ni menos.
-La cuestión- insistió Alicia- es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas distintas.
-La cuestión- zanjó Humpty Dumpty- es saber quién es el que manda. Eso es todo.”
                                                                    Lewis Carroll, Alicia a través del espejo.


Desde hace algunos años los docentes vivimos y trabajamos sumergidos en un torrente de palabras que significan muchas cosas distintas. No tengo la certeza de que alguna vez hayan poseído un significado único, pero sí sé que desde el comienzo de mi carrera como docente, hace más de treinta años, han cobrado sentidos y dimensiones muy distintas.

Una de estas palabras sujeta a los vaivenes es “profesionalidad”. El Diccionario de la Real Academia, con su proverbial laconismo, nos ofrece dos definiciones:”Cualidad de la persona que ejerce su actividad con capacidad y aplicación relevantes”  y “Actividad que se ejerce como una profesión”.  Pues bien, cuesta encontrar artículos de opinión, testimonios, noticias o comentarios que den por hecho que los maestros y profesores españoles desempeñamos nuestra actividad con capacidad y aplicación relevantes. Como afirma el profesor portugués Antonio Reis Monteiro: La profesión docente sufre una curiosa paradoja: es una gran profesión a la que cuesta reconocer una gran profesionalidad. 

Efectivamente, esta gran paradoja condensa muchos de los problemas que aquejan a los docentes de hoy. Nadie duda, en términos generales, que los profesores desempeñamos un papel relevante para la sociedad, pero el valor personal y público del servicio que prestamos- la educación- no disfruta hoy de un estatus comparable al de otras profesiones de relevancia social análoga. La sociedad actual hace elogio de la educación y desprecio de los educadores. Los profesores vemos cada día cuestionada nuestra capacidad para tomar decisiones pedagógicas y académicas, para mantener el orden y la convivencia y para ejercer una labor educativa complementaria a la de la familia. A veces parece que no estamos incluidos en el derecho a la educación, que para nosotros es sencillamente el derecho a enseñar, como para los alumnos es el derecho a aprender. Es frecuente la asimilación de la tarea docente con la figura mitológica de Sísifo, que cada día debía levantar de nuevo lo que por la noche le desmoronaban.

Me pregunto por qué nos sucede esto, cuando en mi experiencia cotidiana convivo y he conocido claustros enteros con capacidad y aplicación excelentes, que realizan una tarea de calidad mucho mayor que la mera relevancia. Tal vez haya llegado el momento de que los propios centros, sobre todo en la enseñanza pública, salgamos a contar todo lo que hacemos bien, y accedamos a la cultura de la comunicación, en vez de sacar a la luz solamente nuestras necesidades o carencias.

La paradoja entre valoración de la importancia de una profesión y descrédito de su profesionalidad se ha demostrado, por ejemplo, en el último debate sobre los deberes escolares. La opinión pública ha escuchado testimonios de padres contrarios a ellos, de padres a favor, de expertos del ámbito universitario, tertulianos y comentaristas. Ninguno de ellos ha hablado de que un profesor sabe lo que hace cuando pone deberes a sus alumnos, porque eso forma parte de su tarea profesional. Y de que siempre está abierto al diálogo con las familias y con el resto de sus compañeros.

Para quienes desempeñamos una tarea de tan inmensa responsabilidad como es la enseñanza- que conlleva un compromiso ético profundo y una absorbente implicación personal- resulta muy duro que a los destinatarios de nuestra tarea – alumnos, familias y sociedad- les resulte difícil valorar en una medida justa nuestro trabajo. 

Sobre educación, todos opinan, todos saben, todos cuestionan, menos los políticos, que guardan silencio o exponen lugares comunes. La verdad es que si a la sociedad le preocupa aquello de lo que hablan los políticos, entonces la situación del profesorado no puede preocuparles. Pero de ahí a que la docencia se convierta en recurso para la caricatura de trazo grueso o para la crítica de barniz sociológico hay un mundo. Los profesores no podemos estar definidos, en el imaginario colectivo, por la duración de nuestras vacaciones de verano. La valoración del trabajo que lleva a cabo un docente en el aula no es simplemente una cuestión de salario sino de “salario emocional” y está pendiente para la política y la sociedad.

La única posibilidad de invertir esta tendencia está en la posición que ocupe la educación en las políticas de Estado. Los informes internacionales nos muestran que en aquellos países que consideran a la educación como actuación prioritaria, el profesorado goza instantáneamente de mayor respeto y consideración por parte de todos.

Cuánta razón llevaba Lewis Carroll: “La cuestión es saber quién es el que manda. Eso es todo.”