BIENVENIDOS

Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



domingo, 31 de mayo de 2015

CRONOS VA A MI CLASE




Cronos, el transcurrir del tiempo, va a nuestras clases y las alborota con sus prisas, tanto que apenas disfrutamos de la belleza de nuestra tarea. Nos hace falta escuchar mejor, pensar, mirar despacio a los ojos de otro ser humano, a los de un niño… Sentirnos maestros. Porque, siendo profesores, desempeñamos una tarea imprescindible, recorremos el camino más humano, ofrecemos la herencia más valiosa, exploramos la fuente de riqueza más necesaria, imaginamos sueños que duran siempre, hacemos el mundo mejor. Como docentes, cambiamos las vidas y abrimos futuros, así que estamos en disposición de comprender y aceptar la oportunidad que se nos ofrece, nuestro kairós.

Espero que este nuevo libro resulte útil para comprender mejor cuál es la dimensión esencial del tiempo en educación.

PARA CONOCERLO MEJOR

Hoy mismo, domingo 31 de mayo, lo firmaré a partir de las 19 horas en la caseta 358 de la Feria del Libro de Madrid.

Gracias a todos.

miércoles, 6 de mayo de 2015

ESCUELA Y DIÁLOGO



 
 
Cuando los antiguos griegos despedían a alguien que emprendía un viaje largo utilizaban esta expresión: Vayas donde vayas, serás una polis. Vivir en una polis significaba emplear las palabras en lugar de la fuerza. El político estaba resuelto a emplear el discurso como medio de persuasión, en busca de un espacio para él mismo y cualquier interlocutor que encontrara en su viaje. 

La filósofa Hannah Arendt enuncia así el sustrato esencial del diálogo: “Si los hombres no fueran iguales, no podrían entenderse ni planear y prever para el futuro las necesidades de los que llegarán después. Si los hombres no fueran distintos, es decir, cada ser humano diferente de cualquier otro que exista, haya existido o existirá, no necesitarían el discurso y la acción para entenderse.

Inmediatamente después del diálogo amoroso con los padres, el ser humano se encuentra por primera vez con “los hombres” en el ámbito escolar. Y allí, conoce también a su primer maestro. Sea joven o maduro, hombre o mujer, el perfil del docente está siempre anclado en la palabra. Los docentes son, sobre cualquier otra consideración, los guardianes del diálogo. El curso escolar enmarca una verdadera oportunidad de diálogo cuyo fin es conectar las vidas de profesores y alumnos y hacerlos crecer como personas. Ahora bien, precisamente porque es un diálogo que personifica, también trasciende las fronteras físicas del aula para modificar la realidad del centro, de su entorno y, de manera trascendente, de la sociedad. Aquí se podría describir, por ejemplo, la solidaridad profunda que el profesorado de la escuela pública está mostrando frente a las dificultades económicas y sociales de muchísimas familias. O tal vez no, porque para mostrar en su totalidad la implicación del profesorado en tantos dramas humanos faltarían las palabras.

Si nos acercamos un poco más a la situación del aula, podemos preguntarnos: ¿qué es dialogar? ¿Se enseña a dialogar? ¿Hay tiempo para dialogar conscientemente? Es sintomática la denuncia de Marc LeBris:La escuela niega la infancia: permite hasta el absurdo la libertad de expresión del niño y luego la desprecia.

Podemos preguntarnos si el diálogo forma parte de la competencia en comunicación lingüística o es más bien una actuación transversal que impregna, orienta y justifica las ocho competencias básicas. Yo creo que esta última respuesta es la adecuada porque el diálogo está en la base de cualquier desenvolvimiento educativo.

Dialogar implica adquirir conciencia de las capacidades propias y del otro;  y encontrar las estrategias necesarias para desarrollarlas en busca de un fin común. Cada interlocutor necesita motivación, confianza en sí mismo y gusto por escuchar, aprender y aportar. Mientras dialoga, debe hacer uso de la atención, la concentración, la memoria, la comprensión y la expresión lingüística; debe obtener información y transformarla en conocimiento. Toda esta parafernalia puede reducirse a pocas palabras: dialogar significa pensar a dos para llegar a un objetivo común, incógnito cuando el diálogo comienza pero resuelto en un destello durante el cual se tiene consciencia de la fraternidad. Si los hombres no fueran iguales…

Para nosotros, los educadores, dialogar con los alumnos y favorecer el diálogo entre ellos significa enseñarles a pensar. Por eso debemos comprender en qué ámbitos se desarrolla el proceso del diálogo educativo.

El primer ámbito es el propio docente que dialoga consigo mismo, porque la acción educativa –ya esta dicho- debe partir de un sustrato ético.

Una vez preparado el ámbito personal, el segundo escenario del diálogo es la interacción con el alumno, que tiene un inevitable componente de verticalidad. Y aquí es donde corremos el peligro de confundir diálogo educativo con monólogo docente. Porque no nos engañemos, no hay nada más fácil de perder que la facultad de dialogar conscientemente, es decir tomando en cuenta la opinión del otro y buscando en todo momento el encuentro de ambos en una conclusión común que no esté impuesta ni forzada. Y para perder la capacidad de diálogo basta con vivir constantemente distraído. A los profesores nos basta con no pensar lo que vamos hacer una vez que crucemos la puerta del aula. En la era de las redes sociales, el diálogo interpersonal debe ser potenciado con una especie de alerta educativa, el deseo consciente de aprovechar cualquier momento para llevarlo a cabo, en la certeza de que los jóvenes aportan valor a la actualidad.

El tercer ámbito de actuación del diálogo educativo es, por irradiación, el entorno de la escuela y la sociedad. Sobre todo en su configuración futura. Educar con el diálogo y para el diálogo es poner los cimientos de una conciencia crítica, de una consciencia de la propia individualidad, de una personalidad con opinión, con iniciativa, con criterio.

Pero hay también un cuarto ámbito, el diálogo de la profesión docente consigo misma. Se está propiciando la idea de que los profesores somos técnicos, o maximizadores de resultados. Y esto no es verdad. Nosotros contribuimos a mejorar la sociedad. Para cumplir esta función que nos trasciende debemos estar en condiciones de ejercer un control sobre el sentido, los objetivos y los contenidos de nuestro trabajo. Es decir, debemos dialogar entre nosotros y sobre nosotros. Estamos presenciando cómo se extienden el trabajo en redes y las plataformas de formación o para compartir experiencias. Es un proceso revitalizador. La docencia no es una actividad ensimismada sino dialógica.

Termino con Hannah Arendt una vez más: Lo que hace que valga la pena vivir juntos es que compartamos palabras y hechos. Ya está dicho.