BIENVENIDOS

Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



domingo, 12 de noviembre de 2017

Respeto






Hace tiempo escuché decir a Víctor Ullate, el gran maestro de la danza, una frase que me impresionó: Hay tantas cosas que los españoles no respetamos de nosotros mismos que cómo vamos a respetar el Arte. Si añadimos otros conceptos como educación, ciudadanía, democracia o sociedad, podemos tener un diagnóstico estupendo de nuestro presente.

En España necesitamos recobrar el respeto que nos debemos a nosotros mismos. No se trata solamente de la autoestima personal y del cuidado de uno como ser ético, que por supuesto es tarea individual y cotidiana; se trata del respeto a nuestra condición de ciudadanos que aportan lo mejor de sí a una construcción más grande que todos pero hecha por todos. Si miramos bien, este asunto de la falta de respeto afecta a todos los ámbitos y funciona como una especie de carcoma que destruye la confianza, la solvencia, la credibilidad, y como sigamos así, hasta la esperanza.

En el terreno de la política hace falta respeto por el compromiso que se adquiere con el voto de los ciudadanos. La tarea política no puede ser una soterrada fontanería sino un que es un vínculo de honor entre el gobernante y los electores al que se debe humilde y verazmente.

Hace falta que quienes gestionan lo que es de todos respeten la tarea que desempeñan. Este otoño seco, mientras escucho tantas declaraciones de políticos, pienso en el respeto que ellos se deben a sí mismos. Y lo echo en falta.

En el terreno de lo social hace falta respeto por la libertad, por la insustituible democracia con sus reglas de juego, por la justicia y sus requisitos, por las personas individuales y sus derechos. Son tiempos en que nos estamos jugando mucho.

En el campo de la educación hace falta mucho más respeto. Sobre todo hace falta recibirlo. No puedo entender qué ganancia obtiene quien desacredita el trabajo docente, a quién le puede hacer gracia, en quién puede encontrar complicidad, si no es en personas que tampoco se respeten a sí mismas. Por supuesto, cuando la burla proviene de los responsables directos de la gestión educativa se roza el límite del esperpento. Quiero decir que lo roza el burlón, o la burlona, con esa falta de respeto por su propia responsabilidad.
Hace falta respeto por la relación educativa, que siempre es trascendente, y por sus actores: los alumnos, que nos miran y nos aprehenden; los profesores que en su inmensa mayoría se dejan la vida en el aula. Hace falta respeto por las familias y por la relación de confianza que deben establecer con los profesores de sus hijos. Hay que respetar también al personal auxiliar y de apoyo en los centros, que realiza una tarea que no es intercambiable con la docencia puesto que actúa en un ámbito diferente.

Cada docente debe respeto a su profesionalidad, a la personalidad que le hace insustituible, a sus alumnos y a la sabiduría que transmite. Debe respeto también a su centro de destino, del que forma parte esencial porque cada docente es su centro como cada colegio o instituto es- sobre todas las cosas- su equipo docente.


Víctor Ullate me contó también que su compañía de danza participó en la ceremonia de clausura de la Expo 92 y que allí, a pesar de todos los problemas, se sentía parte de un país responsable, implicado y comprometido, que podía mostrarse ante los demás con orgullo. Es evidente que hemos perdido algo desde entonces, y a lo mejor se resume en una sola cosa: el respeto por nosotros mismos.

domingo, 5 de noviembre de 2017

La ocasión


Le dimos el papel protagonista en la obra de teatro. Al fin y al cabo, nos habíamos metido en ese proyecto por él, para ver si de alguna manera lo animábamos. Era el alumno más díscolo del curso. El texto era difícil. Lo bordó. Tan bien lo hizo que nos vino a la memoria la incandescencia de la pedagogía de Unamuno: “El genio nace y no se hace, y nace de un abrazo más íntimo, más amoroso, más hondo que los demás, nace de un puro momento de amor, de un amor puro.”

El encuentro escolar debe ser siempre una gran ocasión. No solamente porque está regida por la dimensión del tiempo que se relaciona con el Kairós, la oportunidad, sino porque en ella se despliegan las mejores facultades de todos los que intervienen. La relación educativa es un diálogo de lo mejor de muchas almas, con un único fin: el futuro.

Para aprovechar la ocasión, nos vendría bien a los profes responder a una pequeña serie de preguntas. Son estas:
  • Lo que enseñamos, ¿es lo que los estudiantes aprenden? Si hemos contestado no, es porque comprendemos la esencial individualidad de los procesos de aprendizaje.
  •  ¿Somos verdaderamente democráticos o solo lo parecemos? No perdamos la ocasión de formar parte de una comunidad, de crearla con esfuerzo y alegría.
  •  ¿Pensamos solo con la cabeza o pensamos con el cuerpo? Si no lo tenemos claro, no perdamos la ocasión de cambiar los espacios del aula.
  • ¿Les enseñamos a evaluarse a sí mismos? Pues es imprescindible para crecer.
  • ¿Estudian o aprenden? No dejemos pasar la ocasión de incorporar lo narrativo, lo que emociona, lo que es inesperado, lo que parte de sus vivencias y conocimientos previos.
  • ¿Nos sentimos los profes libres en el aula? Pues tal vez debamos volver sobre Unamuno: “La libertad no significa otra cosa que la emancipación de la lógica, que es nuestra más triste servidumbre.”




[1] Miguel de Unamuno, Amor y Pedagogía,