El 19 de octubre celebramos de
nuevo el Día Mundial contra el Cáncer de Mama. Mientras tanto, sigue habiendo
mujeres que llegan tarde al diagnóstico o que se están jugando la vida en la
lentitud de una lista de espera, y esa es una injusticia de tal calado que
debería ser intolerable. Las campañas de prevención y los recursos destinados a
la investigación médica nos tendrían que comprometer a todos, y deprisa, porque
un cáncer no es un ensayo general sino la vida. Un vuelco, un punto de llegada
y un comienzo de etapa también.
Así lo está viviendo mi
amiga Telma. Ella, que es doctora en Medicina, supo desde el primer momento a
lo que se enfrentaba y quiso hacerlo a cara descubierta, me atrevo a afirmar
que sola. Ante ella brotaba, por sorpresa, un recordatorio de la vulnerabilidad
que es nuestra esencia de seres humanos. Dentro de ella se agolpaban la
incertidumbre por no saber cómo reaccionar, la marejada de emociones intensas,
la tentación de negar la realidad, la culpabilidad y el miedo. También la
ansiedad y la rabia. Sobre ella, como una punta del iceberg, la presión del
atractivo físico, al cual tanto perjudica el tratamiento; esa importancia del
cabello y de la piel que solo podemos comprender el resto de las mujeres. Y,
por encima de muchos otros pensamientos, se elevaba en Telma la certeza de que
su familia la necesitaba fuerte y valerosa. Porque la familia está implicada
desde el primer momento en esta cumbre de la vida. Sobre la pareja y los hijos
recaen también la incertidumbre y el miedo, la culpabilidad y el compromiso. Y
de repente, todo lo laboral, profesional y externo que giraba en torno a Telma
cobró una dimensión diminuta frente a la magnitud de la travesía que iniciaba.
Aquel viaje comenzó en un quirófano
al que ella entró solamente con la esperanza. La lucha, a partir de entonces,
fue cruenta y dura y así, sin paños calientes, nos la fue contando.
Hoy Telma lleva ya dos años
de ruta y todo va bien, está controlado y evoluciona positivamente, como sucede
en un porcentaje mayoritario- y en aumento- de los cánceres de mama. La
esperanza que ella encendió en su corazón, porque quiso hacerlo así, se ha
convertido en una certeza: va a seguir adelante por el camino de la vida, tiene
tanto futuro como cualquier otra mujer.
Queda mucho por hacer y urge
mucho. Aún así, me parece que llamamos “celebración” al 19 de octubre porque
Telma y miles de mujeres que sufrieron en su día esta enfermedad van a vivir,
un año más, el Día Mundial contra el Cáncer de Mama.
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