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Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



miércoles, 28 de diciembre de 2011

FELIZ


Se llama Xue Shengli  y es un hombre feliz.

Siempre tuvo buenas ideas para los pequeños inventos, pero esta de poner letras occidentales al tradicional juego del mah-jong y que sirva así para aprender inglés es una idea estupenda.

Sin embargo, no es un hombre presuntuoso. Cuando el fotógrafo ha congelado su imagen sonriente formando con las fichas la palabra “feliz”, Shengli no estaba describiéndose a sí mismo. Estaba formando una expresión más generosa: feliz año nuevo, feliz cumpleaños, feliz día… Nos estaba deseando felicidad. Y esa es la clave de su sonrisa.

Hoy nos cuesta mucho reconocer la felicidad. Creemos que significa ausencia de problemas, que lo material nos la puede proporcionar y que se fundamenta en la inteligencia. Buscamos una felicidad contenida en nuestros límites, corta y estrecha, y  no la encontramos, claro está. Por eso algunas veces la confundimos con la euforia, con la indiferencia o con simulacros que se puedan comprar.

Pero la felicidad no nos llega como un premio de la Lotería, no está separada de los dolores del camino humano ni se puede reducir a las medidas escasas de nuestra razón. Está relacionada con los vínculos que poseemos, con las actividades que modifican la vida de los demás aunque sea a pequeña escala, con lo que trasciende lo inmediato y permanece.

Xue Shengli la conoce. Él es feliz como el maestro que enseña, como el vecino que ayuda, el caminante que tiende la mano o la madre que cuida. Es feliz como quien, cuando mira un grupo de individuos, ve una hermandad de personas y se pregunta: ¿Para qué sirvo? Y al minuto de responder ya está allí arremangado, sirviendo.

Porque la felicidad es una cosa muy seria. Estriba en que lo que hacemos y vivimos tenga sentido.
He publicado este artículo en la revista 21RS












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