Los profesores estamos llamados a valorar el tiempo no solo
como trayecto o como actividad programada según horarios y plazos sino como
presente real en el que personas únicas se comunican, se relacionan y crecen
con esa interacción. Debemos comprender que la verdadera dimensión del tiempo
es aquella a la que los antiguos griegos denominaban Kairós, la oportunidad presente. Así que me atrevo a presentar este
Manifiesto de la escuela de la
oportunidad con la idea de que resulte inspirador para todos.
MANIFIESTO DE LA ESCUELA DE LA OPORTUNIDAD
……………
Creo que el tiempo es mucho más que el paso de las horas.
Por eso:
Como docente de la escuela de la oportunidad, seré
consciente de que cualquier proceso educativo cuyo fin sea el aprendizaje pleno
necesita un tiempo que no puede estar previamente determinado. Por ello estaré abierto a las modificaciones
que exija mi programación y que me indicarán los propios alumnos.
Como docente de la escuela de la oportunidad, planificaré el
temario de la manera más rica posible, pero nunca consideraré esa planificación
como un fin en sí misma, sino como un medio de organizar las tareas, abierto a
la riqueza de la actualidad, a las aportaciones de los alumnos y a la
posibilidad de paladear aprendizajes. Así que nunca me consideraré culpable por
no haberla cumplido en su totalidad.
Como docente de la escuela de la oportunidad, dejaré tiempo
para hacer, para pensar, para leer o conversar, para enriquecer la realidad con
las aportaciones de los alumnos. Partiré siempre de sus conocimientos previos.
Seré consciente de que ellos aprenden mucho más de lo que yo les enseño, y que
su mundo es mayor que la escuela.
Como
docente de la escuela de la oportunidad, me esforzaré en aprovechar mi propio
tiempo y dejaré también espacio para mis reflexiones diarias sobre la dinámica
de clase. Evaluaré mi actitud, aprenderé de mis errores.
Como docente de la escuela de la oportunidad, no convertiré
en un tótem al temario, ni a las evaluaciones externas, ni a los libros de
texto. Todas son herramientas de un proceso mucho más profundo cuyos
protagonistas somos los alumnos y yo, es decir, personas.
Como docente de la escuela de la oportunidad, apreciaré los
momentos cotidianos de belleza que me depara la enseñanza. Para ello, miraré
los ojos de mis alumnos, escucharé su risa, compartiré su dolor, les tendré
cariño, confiaré en ellos. Y cuando alguno de ellos me abra su corazón, agradeceré
el privilegio.
Como docente de la escuela de la oportunidad buscaré
momentos para compartir con mis compañeros de claustro, sin prejuicios y sin
ambages. Me dejaré ayudar. Ayudaré en lo que pueda.
Como docente de la escuela de la oportunidad, atenderé la
diversidad sintiéndome yo también parte
de ella. Tomaré conciencia de que diversidad es todo y otorgaré primacía a esa certeza.
Como docente de la escuela de la oportunidad, haré un
esfuerzo consciente por conocerme bien. Así sabré cómo es mi propia relación
con el tiempo.
Como docente de la escuela de la oportunidad, haré un
esfuerzo consciente por tener paciencia. Esa, la que todo lo alcanza.
Como docente de la escuela de la oportunidad, daré importancia
a la entrada en clase, a sus rutinas, para crear en los alumnos una percepción
de calma y alegría. Esto significa que ellos verán siempre mi entrada en clase
como una bienvenida.
Como docente de la escuela de la oportunidad, procuraré cuidar
el final de la clase, de manera que no se interrumpa bruscamente sino que haya
espacio para preguntar qué se ha aprendido, evaluar aspectos del interés y
comportamiento de los chicos y de las actividades. Tendrá que ser a costa de restar
tiempo a la cantidad de información que transmito, no hay remedio.
Como docente de la escuela de la oportunidad, cuidaré la
duración e intensidad de mis intervenciones y buscaré momentos en los cuales
los alumnos puedan elegir – actividades, ritmos, compromisos- de manera que ejerciten
su libertad y responsabilidad. Así la dinámica de la clase será verdaderamente
educativa.
Como docente de la escuela de la oportunidad, respetaré la
dignidad e intimidad de cada alumno, así que primaré la conversación individual
con el alumno que no se comporta bien frente a la proclamación de errores y
castigos ante la clase. A cada alumno le hablaré a su altura, y con mi actitud
ética y justa me convertiré para ellos en una altura a la que llegar.
Como docente de la escuela de la oportunidad, procuraré que
mi centro oferte actividades que sean capaces de estirar el tiempo: un huerto
escolar, un grupo de teatro, un coro, un taller de artes plásticas…
Actividades, en suma, que requieran un ritmo lento para ser efectuadas.
Como docente de la escuela de la oportunidad, haré un
esfuerzo consciente por mi propia desaceleración.
Como docente de la escuela de la oportunidad, distinguiré
entre los conocimientos esenciales y los superficiales, entre lo instrumental y
lo anecdótico, entre lo que debe alcanzar su momento en el curso al que imparto
la materia y lo que se repite durante los cursos posteriores. Y después,
elegiré.
Como docente de la escuela de la oportunidad, los estándares
más valiosos para mí serán los relacionados con la mejora del comportamiento y
la actitud porque ellos conllevan una inmediata mejora de las aptitudes
concretas.
Como docente de la escuela de la oportunidad, daré muchísima
importancia a la interacción de la escuela con su entorno, a la transmisión de
hábitos de respeto al medio ambiente, a la relación con las familias
Como docente de la escuela de la oportunidad, prepararé las
entrevistas con los padres como si fueran una escuela de padres. No tendré
reparo en incorporarles a las actividades en la medida de lo posible. Tendré en
cuenta las aportaciones que pueden hacer los abuelos o los distintos
profesionales que configuren el paisaje sociológico de mi aula.
Como docente de la escuela de la oportunidad, procuraré
disminuir la presión del reloj sobre mi tarea docente. Así podré disfrutar,
reír con los alumnos y no solo enfadarme.
Como docente de la escuela de la oportunidad, dejaré muy
clara ante los alumnos la importancia de respetar el tiempo de los demás. Eso
incluye la intolerancia a las disrupciones continuas. Son injustas y el profesor que desee
convertir su aula en Kairós está obligado a ser justo.
Como docente de la escuela de la oportunidad, estaré abierto
a las iniciativas de mis alumnos, las tendré en cuenta y las incorporaré con
gusto. Al fin y al cabo, las riendas de su aprendizaje las llevan ellos.
Como docente de la escuela de la oportunidad, destinaré
tiempo a mí mismo, a mi formación y lecturas, a mi integración como miembro del
claustro.
Como docente de la escuela de la oportunidad, disfrutaré
todo lo posible de desempeñar una profesión llena de sentido, productora de
felicidad tal vez como ninguna otra en el mundo.
Porque siendo profesor, siendo profesora, siendo maestra o
maestro desempeño la tarea imprescindible, recorro el camino más humano,
ofrezco la herencia más valiosa, exploro la fuente de riqueza más necesaria,
imagino sueños que duran siempre, hago el mundo mejor.
Sé que como docente yo cambio las vidas y abro futuros, así
que comprendo y acepto esta oportunidad, mi Kairós.
Me apunto...cuenta con un "oportunista" más...
ResponderEliminarUn abrazo. Antonio
Antonio, eres un profesor extraordinario. Desde hace años creas cada mañana en tu centro la escuela de la oportunidad. He aprendido mucho de ti y de todo el equipo del IES Tomás y Valiente de Hortaleza (Madrid). Sois profesores y maestros en serlo. Un abrazo.
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