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Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



martes, 8 de enero de 2013

HOMESCHOOLING






Al comenzar la década de 1940, los padres de Loly, una chiquilla que vivía en una ciudad de provincias, decidieron evitar la escolarización de la pequeña para protegerla mejor y tomaron la decisión de educarla en casa, aunque en la vecindad había dos grandes colegios con buena fama. Loly era hija única. La familia no era rica pero los padres de Loly contaban con un buen bagaje cultural. Manuel, su padre, era matemático y astrónomo y trabajaba en el Observatorio de la Armada. Pura, su madre, era concertista y había desarrollado una brillante carrera profesional hasta que el luto por sus hermanos muertos en la Guerra Civil hizo enmudecer su piano. La niña recibió durante toda la infancia clases de matemáticas con su padre y de piano con su madre. Además, tomaba clases de inglés y de cultura general con un preceptor. Aquellas eran las materias que interesaban a sus padres. Les parecían lo más adecuado para ella.

 Loly descubrió muy pronto que le resultaba fácil escaparse de unas clases que comenzaban cuando ella estuviese dispuesta para ello. No obstante, como era muy inteligente, sus padres la animaron a iniciar el bachillerato, ya en un centro educativo. El ingreso en la enseñanza reglada durante los primeros años de adolescencia fue un contraste tan brusco para Loly que trajo consigo un fracaso. Así, mientras algunas de sus coetáneas -Manolita, Eloísa- se convertían en pioneras de la presencia de la mujer en la universidad española, Loly se resignó a un destino de segunda – ama de casa en los años sesenta- para el cual ni el inglés ni el piano le sirvieron de mucho. En ella quedó, eso sí, un hambre insaciable de libros de filosofía y una enorme tristeza por las oportunidades perdidas.

He tenido ocasión de hablar con Loly sobre esta educación que recibió, y he comprobado cómo ella ha guardado toda la vida cierto resentimiento por las puertas de la normalidad que sus padres le cerraron, por las vivencias y aprendizajes sociales que no tuvo de niña y hubiera necesitado, y por la burbuja de su infancia que le deparó una vida entera de encontronazos con la realidad.

 Hoy esta manera de educar retorna, envuelta en papel de regalo y denominada con una palabra inglesa para mayor brillo. Se llama homeschooling. Desde el respeto a quienes la defienden, creo que es importante dejar bien claro que no constituye ningún progreso sino un retroceso profundo hacia periodos en los que la educación era solamente para las élites. Educar a los hijos en casa es patrimonio de rentas altas y niveles culturales brillantes, y aún así conlleva el riesgo de separar a los niños de las experiencias y aprendizajes de socialización, de autoconocimiento y de ética que supone la convivencia en el entorno escolar. Despreciar la escolaridad es negar la evidencia de que la educación es algo mucho más complejo que los meros aprendizajes de conocimientos. Ahora bien, es verdad que en el homeschooling el gasto por alumno es prácticamente inapreciable, y a lo mejor su auge de los últimos años tiene que ver con esto.

Esta noche en el programa "La noche en vela" de RNE hablaremos del homeschooling. Si puedo, contaré la historia de Loly. Yo la conozco bien porque aquella chiquilla de provincias es mi madre.


1 comentario:

  1. Efectivamente comparto contigo que la enseñanza reglada es mucho más que contenidos que pretenden alcanzar unos determinados objetivos.

    Las relaciones interpersonales que se producen en la escuela dan lugar a una verdadera convivencia y socialización.

    Sin duda esta noche estaré pendiente del transistor como cada martes. Gracias Carmen por regalarnos estas reflexiones sobre educación aderezadas con piceladas de vivencias personales.

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