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martes, 21 de febrero de 2012

Un alumno con desparpajo y un profesor con vocación.





La vocación del magisterio solamente puede darse en personas que estén interesadas por las personas. Y que, de entre todo el panorama de lo humano, sepan apreciar la profunda belleza de quien se está abriendo al mundo.

Una anécdota célebre puede ilustrar muy bien la importancia de este interés por los demás. Habla un profesor:

Una vez estuve a punto de ponerle una nota muy baja a un estudiante por la respuesta que había dado en un examen a la pregunta: ¿Cómo se determina con un barómetro la altura de un edificio?
El estudiante había respondido: ‘Lleve el barómetro a la azotea del edificio y átele una cuerda. Descuélguelo hasta la base del edificio, marque y mida. La longitud de la cuerda es igual a la del edificio’.
Quise darle otra oportunidad pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de Física. Escribió lo siguiente:
“Tire el barómetro al suelo desde la azotea del edificio. Calcule el tiempo de caída con un cronómetro. Después se aplica la fórmula: Altura = 0,5.g.T2, y así obtenemos la altura del edificio.”
Le pedí que me diera otras respuestas. Entonces me resolvió el problema empleando complejas fórmulas de Física. Pero luego añadió: “Probablemente, lo mejor sea tomar el barómetro y decirle al conserje: Si me dice la altura de este edificio, se lo regalo”.
Entonces le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión nos proporciona la diferencia de altura). Me dijo que sí la conocía pero que siempre le habían enseñado a pensar.
Aquel joven estudiante se llamaba Niels Bohr. Fue el renovador de la Física Cuántica y ganó el premio Nobel.
Es muy emocionante descubrir que dentro de ese muchacho pensativo estaba el germen de una de las mayores personalidades de la Ciencia en el siglo XX, pero para mí el héroe de la anécdota es ese profesor paciente y anónimo, dispuesto a escuchar los argumentos de un alumno hasta el final, interesado por la persona que va descubriendo en ese chico al que cualquiera hubiera podido calificar con un cero.
Aquel profesor vio la semilla que podría brotar porque amaba lo que un alumno cualquiera puede llegar a ser. Y ese amor interesado es una de las claves de la vocación docente. 

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