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sábado, 6 de febrero de 2016

Cervantes en la escuela


 
 
No sé si me causa mayor asombro la escasa implicación de los gobernantes en la conmemoración del IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, o que cualquier decisión sobre una ocasión tan importante se tome entrado ya el año, sin que haya habido planificación anterior.  No obstante, tal vez el propio don Miguel tomara esta ausencia con resignación y le quitara importancia con una de sus frases como espadas: “El año abundante de poesía lo es también de hambre”.

Y es que, posiblemente, el lugar natural de Miguel de Cervantes no sean las esferas políticas, que tanto le desagradaron en vida, sino la gente de a pie, la ciudadanía y, sobre todo, las escuelas. Estoy segura de que en la tierra natal de don Quijote no faltarán iniciativas cervantinas en las aulas, pero esta causa debería ser, durante este año, el centro de todas las escuelas.

Como maestra, he tenido el honor de representar con alumnos de doce años nada menos que El Retablo de las Maravillas. Del flechazo con Chirinos, Chanfalla y sus congéneres, los chiquillos pasaron al interés profundo por su autor, y en el aula aparecieron deslumbrantes Rinconete y Cortadillo, la Ilustre fregona, el Licenciado Vidriera y, por fin, Quijote y Sancho. El encuentro con ellos, las risas y la emoción, la identificación de todos con las aventuras y desventuras de esos dos símbolos de lo humano se convirtieron en el momento más esperado de cada clase de Lengua. Las chicas nunca olvidarán a la pastora Marcela: “Yo nací libre”; los chicos, al desconfiado protagonista de El curioso impertinente. Yo nunca olvidaré que, después de la lectura del capítulo de Sancho en la ínsula, cuando todos sentimos el dolor del buen hombre al que han abandonado los sueños, un chico bastante díscolo, de trece años, me dijo: “Estoy llorando, profe, y no sé por qué”.

Estabas llorando, querido alumno, porque el Arte de la literatura pulsa la más profunda cuerda del alma. Y acababas de leer un texto escrito por el artista más grande.

¿Qué no hay presupuesto para discursos y cortes de cinta este año? ¿Qué no tienen ganas? Pues tan tranquilos. Cervantes a todas las escuelas, a nuestras casas, al alma. Su lugar natural.

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