En un mundo con tantos
motivos de preocupación, me preocupa especialmente el silencio de las niñas. Estamos
tratando a quienes serán las mujeres del futuro como princesitas Disney. Las
queremos sumisas y sometidas siempre al dictamen del espejito mágico y del
príncipe encantador; o por el contrario les exigimos que tomen decisiones de
adultas con su llave de casa al cuello. Las vemos como pequeñas maniquíes para
los artículos de consumo y ponemos en la picota su dignidad esencial cuando les enviamos el
mensaje de que sin tetas no hay paraíso.
Este es, como todos saben, el nombre de una popular serie de televisión. Confieso
que me avergüenza escribirlo.
Debemos romper el silencio de nuestras
niñas: las de este occidente deshumanizado que las viste como meretrices chiquitas,
y las agobia con requerimientos sobre el peso y el color del cabello desde los seis
años. Esta sociedad en la que circulan por Internet miles de imágenes de niñas compradas,
vendidas, ya para siempre sin inocencia y sin infancia.
Y mientras se desenvuelve la vida de
una niña europea – al mismo tiempo – miles de niñas de otros lugares viven cada
día en un infierno. Es imperativo que las niñas del mundo no sean invisibles. Por
eso debemos romper el silencio de esas pequeñas secuestradas en una de las
innumerables cicatrices de África, amenazadas con la violación, máximo exponente
de la vulnerabilidad del sexo femenino. Y también debemos romper el silencio de
las niñas esclavizadas en los burdeles asiáticos, de las que viven sometidas a
los atroces matrimonios concertados y la compraventa, de las sujetas a
mutilaciones y al contagio del SIDA, de las madres adolescentes, de las que
sirven de cebo para la pederastia.
Las niñas también guardan silencio sobre
sus sueños. Aunque estamos convencidos de que quieren ser famosas, la verdad es que siguen
queriendo ser profesoras. Suyos son el cuidado, la ternura y la fortaleza,
porque son mujeres en proyecto.
Entre tanto lodo aparece una vez más la
esencia de la naturaleza humana. Y en ella no vive el retroceso, vive la
esperanza. Nunca conseguiremos nada verdaderamente bueno si no es para todos.
Para las niñas también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario