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jueves, 8 de agosto de 2013

Los niños y el accidente de Santiago


 
 
 
 
Han pasado ya quince días desde el terrible accidente del tren Alvia en la curva de Angrois, a las puertas de Santiago. Durante todo este tiempo he tenido presentes a las víctimas y sus familiares, como todos, pero he pensado también en cómo habrán contado el accidente a sus hijos los padres de niños pequeños, y cómo habrán interpretado los niños las imágenes impactantes y las noticias.

 

La enfermedad y la muerte son tan constitutivas de la humanidad como la salud y la vida, sin embargo la educación que nuestros hijos reciben las evita sistemáticamente. Algunas veces, con un mal entendido sentido de la protección, los alejamos demasiado del fallecimiento del abuelo, mientras les permitimos pasar horas y horas matando y viendo morir en la realidad virtual. Sin embargo, por muchas tontas precauciones que tengamos, cuando muere un familiar, o cuando ocurre un accidente tan impactante como este, los niños saben que está pasando algo grave, y necesitan explicaciones sencillas y veraces. Si no las encuentran en casa pueden conformarse con las del amigo sabelotodo o la médium del patio de recreo.

 

Es un grave error hacer ignorar a los hijos la presencia de la muerte, incluyendo la realidad de las condiciones en que se encuentran dos tercios de los habitantes de la tierra, y la existencia del terrorismo y la guerra. No se trata del morbo ni la obsesión, sino de temas que deben formar parte de las conversaciones familiares, cuando surjan.

 

Si alguna vez tenemos que explicar a niños aún pequeños un suceso como el de Angrois, seguramente nos encontremos nosotros mismos abrumados. Pues bien, en un momento así lo mejor es decir la verdad. Podemos reconocer ante ellos que no tenemos explicaciones, que hay circunstancias inesperadas, accidentes, y que lo único que podemos hacer es compartir el dolor, ponernos en la piel de esas familias que vemos llorar en los telediarios porque su dolor es humano y es real. Creo que nuestros hijos agradecen nuestra ayuda para distinguir qué es realidad y qué es ficción entre todo lo que aparece en las pantallas.

 

Un momento álgido como ese precisa de la voluntad de estar a la altura. Para enseñarles a enfrentarse al dolor, sólo nos sirve presentar a nuestros hijos lo mejor de nuestra propia alma: la empatía, la compasión, la trascendencia. Los niños pequeños están mejor preparados que nosotros para entender estos valores. Y la confianza de compartir en familia un momento de dolor crea vínculos que permanecen para siempre. Llorar juntos, rezar juntos por las víctimas del tren, o al menos recogerse un momento para dedicarles un recuerdo, puede ser un momento educativo inigualable.

3 comentarios:

  1. ¡Hola! Me estoy iniciando en el mundo blog y en la escritura. Te lo dejo por si quieres pasarte y decirme qué te parece. ¡Un saludo! http://cordondeamor.blogspot.com.es/

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  2. Se necesita de mucho acompañamiento, de enseñarles a superar los problemas por los que se vive por el hecho de vivir. Precisamente en Colombia hace apenas unas semanas se vivió una tragedia a causa de una avalancha donde murieron miles de personas y muchos niños se han quedado sin sus padres,el gobierno rápidamente mando apoyo psicosocial para estos menores y evitar traumas que no les permita una vida normal.

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    1. Gracias por el comentario. A veces me pregunto si somos conscientes de la presencia, de la mirada de los niños, en un mundo tan agrio como el nuestro. Un abrazo.

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