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jueves, 21 de junio de 2012

Paladear es tomar poco a poco el gusto de algo.




Paladear es tomar poco a poco el gusto de algo.

Podría definirse de otra manera: mantener un segundo más de lo preciso la atención sobre algo concreto, para descubrir todos sus matices. Vivir despacio un momento cualquiera para transformarlo en una experiencia. Incorporar una vivencia al bagaje personal y a la memoria para poder hacerla presente cuando sea necesaria.

¿Cómo hemos podido olvidar que se aprende mejor cuando se paladea?

La escuela ha perdido en España esta capacidad de paladear las enseñanzas.

Los profesores están inmersos en la hilera del curso, la tiranía de la programación escolar, el marco del horario lectivo, el temario que se debe terminar, el timbre que avisa del cambio de clase, la entrada del siguiente profesor que deja con la palabra en la boca, la pila de documentos para cumplimentar de manera prioritaria, antes que atender a los alumnos.
Esta forma del tiempo es una carrera que ya de antemano tenemos perdida y eso causa la inquietud y el nerviosismo de los alumnos actuales, que padecen de desconcentración.

Pero existe también otra forma de comprender el tiempo. Existe una manera consciente de desarrollar la enseñanza y el aprendizaje. Es, al modo de los maestros antiguos, de los que podemos recuperar muchas enseñanzas,  terminar bien las tareas y preparar las siguientes con calma. Combatir el trasiego.
¿Se puede trabajar con calma en nuestros días? ¿Se puede controlar la tiranía de la programación y del horario? A lo mejor un maestro solo no puede, pero una escuela entera, que tenga el propósito firme de que sus alumnos paladeen las enseñanzas, puede abrir la puerta de esa jaula que se denomina “el horario”.

Y esta debería convertirse en una reflexión de todo el sistema educativo. Apasionados por lo burocrático, a veces hemos llamado “planificación” a la distribución artificial del tiempo dentro de cajitas. Hay muchas cosas que mejorar en la enseñanza y la mayoría están relacionadas, precisamente, con el tiempo que se dedica a las cosas y el orden de prioridades en que se han situado.

Pero la racionalización del tiempo no es simplemente actuar de puertas adentro de la escuela. 

Para recuperar un poco de cordura –  y entre otras cosas, para reconocer que el padre es el padre, el hijo es el hijo, el profesor es el profesor y el alumno es el alumno-  nos hace falta racionalizar el tiempo. Y es que el divorcio entre familia y escuela es un signo de los tiempos, pero es también un problema concreto de tiempo de convivencia familiar.Ahora que toda la sociedad se pregunta a diario qué vamos a hacer con la economía, tenemos que preguntarnos también qué vamos a hacer con la infancia.


A lo mejor en esto nos ayudan la crisis y el cambio de ciclo. En estos momentos de incertidumbre, la frase el tiempo es oro no habla literalmente del dinero que podemos ganar sino de los tesoros de la vida que nos podemos perder.


El tiempo soy yo, es mi vida. Cada mañana deberíamos empezar la jornada con esa certeza.

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