Está escrito en el
periódico que Paula, la pequeña de la
foto, padece una enfermedad de las denominadas “raras”, que nació con muchos
problemas y que su familia lucha para pagar sus costosos tratamientos.
Seguramente está
abocada al sufrimiento y le espera una vida llena de dolor y tristeza. Ya se
sabe que las primeras emociones condicionan el desarrollo vital y que se puede
predecir cómo será el adulto a partir de las experiencias negativas de la
primera infancia. Esto nos lo dice la opinión común y también lo afirman
algunos estudios. Vamos, que está escrito.
Pues nos
equivocamos, no lo está. En la vida de un ser humano no es posible el
determinismo. La felicidad no es una fórmula científica ni una receta de
cocina. Para quien tiene la vida por delante – y todos la tenemos cada nuevo
día- solamente hay tres cosas verdaderamente escritas:
La primera es que
somos singulares. Nadie ha sido, es o será como nosotros ni
jugará el mismo papel en el mundo. Para que la
realidad sea tal como es, cada persona es imprescindible con sus debilidades y
fortalezas. La certeza de esa singularidad es el
primer paso para vivir de manera más consciente. Novela es el vivir y cada uno escribe la
suya, como decía Unamuno.
La
segunda es que dentro de cada ser humano habita una energía poderosa, la
capacidad de superar los problemas más graves y levantarse después de las
caídas. Los psicólogos la llaman “resiliencia”, como esa cualidad física de los
materiales que se doblan pero no se parten. En realidad es la fuerza de la
propia vida, que desborda nuestro ámbito interior y nos impulsa a marchar
siempre hacia adelante.
La
tercera cosa escrita es que el amor cura. No hay más que mirar la risa de esta
niña y de su abuelo para darse cuenta.
La
historia de la pequeña Paula está por escribir. Ella es la autora.
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