BIENVENIDOS

Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



lunes, 9 de mayo de 2022

El teletipo


                                                                                                                                                Foto: EFE


El teletipo de la Agencia EFE que acompaña la fotografía de este artículo dice literalmente: “Un joven trabajador paquistaní duerme una siesta durante un descanso en una fábrica a las afueras de Islamabad, Pakistán, hoy martes 30 de abril. Varias organizaciones de trabajadores han organizado eventos para mañana en todo Pakistán para destacar los problemas laborales a los que se enfrenta el país, con motivo del Día Internacional de los Trabajadores.”

“Un joven trabajador pakistaní…” Pero en realidad es un niño y debería estar en el colegio, aprendiendo a leer, a escribir, a pensar, a distinguir el trabajo de la explotación, la dignidad de la miseria, la libertad de la esclavitud.

“…duerme una siesta…” Pero este sueño del niño no es para reponer energías antes de merendar y jugar un rato, o tal vez antes de acudir al entrenamiento de fútbol. Esta no es una siesta; no se duerme dentro de un bidón vacío. Esto es un desmayo de agotamiento, de sed, de hambre y de vida mala.

“…durante un descanso…” Pero este descanso no está incluido en algún contrato o convenio, porque no lo hay. Porque allá, y en muchos otros lugares del mundo, muchos niños están esclavizados por multinacionales que les roban la infancia, la salud y el alma. “El trabajo infantil es ilegal y atenta contra los Derechos Humanos”, diremos los buenos ciudadanos de este lado del mundo. Y seguiremos leyendo el periódico hasta que lleguemos por fin a la sección de cotilleos. Mientras tanto, allá en Islamabad, por decir alguno de tantos sitios, el patrono de este pequeño pensará: “Los derechos humanos, sí, claro, mira cómo me río.”

“…en una fábrica…” Pero el teletipo no nos dice qué se produce en esa fábrica para que este niño tenga que trabajar hasta la extenuación. ¿Fabricará él nuestras camisetas low-cost? ¿Nuestros pantalones vaqueros? ¿Las zapatillas de deporte? ¿El bolso “artesanal”? ¿Manipulará algún producto químico? ¿Colorantes, ácidos, corrosivos? Solo sabemos que el trabajo lo agota, eso está claro.

“…los trabajadores han organizado…” Pero el teletipo no dice si estos trabajadores, que van a organizar eventos por todo el país para protestar, tienen derecho a sindicarse, o posibilidad alguna de establecer diálogo con los patrones. No dice si entre ellos habrá también mujeres. No dice si las protestas serán reprimidas brutalmente.

Demasiados “peros” para una sola fotografía. Demasiada corrección política para un solo teletipo. Y el mundo seguirá girando, y no nos bajaremos de él, y dentro de un instante estaremos ya pensando en otra cosa, y el niño pakistaní despertará con la boquita seca y el estómago rugiente, y entrará de nuevo en la fábrica. Y el mundo seguirá girando.

 

viernes, 25 de febrero de 2022

Habla con ellos; saben lo que está pasando

 




Me imagino que hoy todos compartimos la preocupación por la situación del mundo.

Los niños y niñas, desde los ocho o nueve años- y por supuesto los adolescentes- saben lo que está pasando, han hablado de ello con sus compañeros de clase ayer mismo, en el recreo. No están ajenos a la realidad, aunque quizá nos gustaría tener en casa un útero artificial donde esconderlos. Debemos conocer qué saben de lo que está pasando, preguntarles qué les parece, cómo lo solucionarían, escucharlos, orientarlos y también darles nuestra opinión, porque tenemos que transmitir nuestra visión del mundo.

Además debe ser así. No pueden crecer ajenos a la realidad, en dimensiones adecuadas a su edad; no pueden crecer en un mundo virtual de sirenitas Disney y francotiradores Fortnite, porque llegarán a convertirse en sus modelos de comportamiento.

Este vídeo sobre las semejanzas y diferencias entre las personas, sobre la incomprensión y los prejuicios, puede ser un buen punto de partida para charlar, en clase o en familia, sobre las causas de las guerras.

lunes, 21 de febrero de 2022

Edison, el estúpido





 El director del colegio de Thomas Edison le dijo que era estúpido y jamás aprendería; Albert Einstein no pudo leer ni una sílaba hasta los siete años. Ambos son paradigmas de los genios que acumularon fracaso escolar y todos conocemos sus historias. Pero quizá no sepamos que al director de cine Steven Spielberg lo rechazaron tres universidades por sus malas notas, que cuando los Beatles se conocieron eran “fracasados para la música”, que Walt Disney arrastraba la etiqueta de “chico sin imaginación” o que la astrónoma Jocelyn Bell, descubridora de los púlsares, suspendió la reválida del bachillerato. Por supuesto, las malas notas no son una característica indispensable para los genios, y para cada ejemplo de fracasos famosos los hay de grandes personalidades que fueron brillantes en los estudios, como la filósofa Hannah Arendt, la científica Margarita Salas, el premio Nobel de Literatura Albert Camus- que estudió siempre con becas- o Niels Böhr, padre de la física cuántica, que explicaba las fórmulas más difíciles a sus maestros. Lo que nadie puede dudar es que cada uno de nosotros es mucho más rico que sus capacidades académicas, que todos evolucionamos a mayor velocidad que nuestras etiquetas y  que el futuro de cada ser humano se arma con la aportación de muchas facetas, no solo de las calificaciones escolares.

Por eso, mientras nos vamos creyendo la teoría de las inteligencias múltiples, conviene conocer cómo funcionan los procesos del pensamiento, qué es la intuición y qué es la metacognición.

Cuando elegimos el sabor de un helado no estamos pensando sino reflexionando entre las opciones que tenemos delante. El verdadero pensamiento es una función mental mucho más compleja porque es intencional. Nos abre posibilidades nuevas hacia lo verdadero, lo real, pero también hacia lo imaginativo, lo especulativo y lo creativo. Para comprobarlo podemos, por ejemplo, mostrar el cuadro Las Meninas a un alumno o alumna a partir de los nueve años y preguntarles algo tan complejo como: “Dicen que este cuadro simboliza la igualdad entre los seres humanos, ¿por qué lo dirán?” La respuesta- que será asombrosa, ya lo veréis- nos va a permitir presenciar el complejo proceso del pensamiento creativo: división de un todo en sus partes y separación entre un significado y su finalidad. Emplearán símbolos, porque pensar no está necesariamente asociado a lo tangible y concreto. Las dificultades de nuestros alumnos de siete años para memorizar las tablas de multiplicar, por ejemplo, se deben a la dificultad del pensamiento infantil para abstraer un número X de lo que concretamente es: la representación de una cantidad determinada de cosas. Pero desde el final de la infancia, y para el resto de la vida, la multiplicación 3x2 podrá resolverse sin emplear “tres grupos de dos naranjas”.

Gracias al pensamiento abstracto, si afrontamos algo nuevo o desconocido, nuestra mente tiende a encontrarle similitud con algo que ya conocemos, para poderlo clasificar: “No lo había visto en mi vida pero por la pinta es un insecto”. El pensamiento aumenta su calidad cuando aumenta el conocimiento. Si queremos que nuestros hijos piensen, deben manejar conocimiento, “saber cosas”, cuantas más cosas y mejor aprendidas, más posibilidades tendrán.

Pues bien, uno de los más importantes hábitos cognitivos es aquel que entrena a escuchar la propia intuición.

La intuición es la atención profunda a lo que nos dice el fondo del pensamiento. Algo así como una voz anónima que proviene de ti mismo y que te recuerda sencillamente algo que ya sabías y permanecía aletargado en tu interior. Por supuesto, como la intuición es una respuesta, se activa con el contacto humano, incluso aunque no seamos conscientes de ello, como si la sabiduría para la vida fuese un tesoro que compartimos entre todos.

Por otra parte, esta intuición profunda suele acertar. Todos tenemos la experiencia de habernos arrepentido al no seguir “lo que me decía el corazón.” Porque la intuición suele decirnos lo que debemos hacer, con acierto, y nosotros la ocultamos con otras consideraciones que funcionan como interferencias- lo que me apetece en este instante, lo que mis amigos quieren que haga…-. Escuchar la intuición es un valor clave para sentirse libre y para fortalecer la inteligencia emocional.  Y es que si acostumbramos a nuestros hijos a preguntarse “¿Qué me dice el corazón que debo hacer?” se acostumbrarán a escucharse pensar y tomará mejores decisiones.

Por último, se denomina metacognición a la reflexión que hacemos sobre el funcionamiento de nuestra inteligencia. Al escucharse pensar del que acabamos de hablar, pero en relación  a sus procesos de aprendizaje, por eso supone una gran ayuda para los estudios. Tiene tres aspectos que pueden abordarse en clase:

1.             Cómo puede dirigir su aprendizaje.

2.             Cómo puede ser consciente de sus debilidades y fortalezas, de lo que puede hacer de forma autónoma y lo que necesita para mejorar.

3.             Cómo puede evaluar lo que ha aprendido. Así podrá cambiar lo que no funcione.

Nuestros alumnos pueden iniciarse en la metacognición:

·                     Siendo conscientes del funcionamiento de su memoria: cómo recuerdan las cosas con más eficacia, qué hacen que las olviden, qué tipo de estrategias le van bien para recordar...

·                     Siendo conscientes de cómo comprenden mejor lo que les explican. Si identifican enseguida lo que no comprenden y qué más necesitarían saber. Quien lee un texto con atención y al finalizar se da cuenta de que no ha comprendido nada, puede volver atrás y empezar de otra manera: párrafo a párrafo para extraer los puntos fundamentales, relacionarlos unos con otros, intentar darles sentido... Eso es aplicar el pensamiento metacognitivo.

La metacognición es un proceso difícil de valorar porque se da de forma autónoma- no podemos hacerlo por ellos- y muchas veces silenciosa, pero hay algunas claves que nos pueden ayudar:

·                    Motivarlos para que la usen. Ponerles ejemplos y hacerles ver la utilidad de reflexionar sobre cómo piensan en diversos ámbitos, y cómo se puede hacer de forma más eficaz.

·                    Atraer su atención hacia aspectos concretos del aprendizaje: ¿Cuándo fue más eficaz? ¿Por qué te salió bien en un momento determinado? ¿Qué hiciste de forma diferente? Es interesante ayudarles a generar preguntas sobre sus procesos.

·                    Tienen que contarse a sí mismos - para “pensar en voz alta”- qué han hecho durante el recorrido de una tarea, cómo han llegado a una conclusión, qué les ha hecho tomar esa decisión.

·                    Debemos decirles que el objetivo es utilizar este tipo de pensamiento sin darse cuenta de que lo hacen, igual que montan en bicicleta.

La ventaja de conocer los procesos del pensamiento es que podemos aprender a potenciarlos.

Jamás hemos encontrado ningún alumno estúpido. Hay más probabilidades de haber tenido en clase a Jocelyn Bell o a Edison.

 

 


martes, 18 de enero de 2022

Amar la vida

 

                                                 Mercedes Sosa, Gracias a la vida. 


En un cuento que pertenece a su colección de aforismos titulada “Él”, Frank Kafka escribe: Él tiene dos adversarios, el primero le presiona desde atrás, desde su origen. El segundo le bloquea el camino hacia delante. Él lucha contra ambos. Este es nuestro retrato. Empujados hacia delante por la  vergüenza de los errores pasados, empujados hacia detrás por el miedo que nos causa la incertidumbre del futuro, ponemos los pies en el presente, ese tiempo y lugar donde habita la esperanza. Y contra el viento del ayer y la marea del mañana, estamos invitados a amar ese presente, que es vida. Amar la vida incluso cuando el camino se empina, cuando nos pueden el cansancio y el desánimo, cuando las cosas se ponen difíciles y no podemos susurrar, cara a la brisa: ¡Esto es vida!

Amar la vida, agradecerla como el tesoro que es, requiere viajar hacia el interior, hacia la propia esencia, descubrir nuestra individualidad y apreciar nuestro estar en el mundo en un lugar y un momento concretos, rodeados de otros que también son únicos e insustituibles.

Heidegger, el gran metafísico del siglo XX, dice que para cada uno de nosotros ser es estar aquí ahora, únicos, irrepetibles, distintos de quienes nos antecedieron y de nuestros descendientes. Esa ineludible personalidad otorga significado a nuestra vida. Somos diminutos eslabones en la cadena de la humanidad, pero indispensables en el ahora concreto en que debemos desenvolver nuestras capacidades: hijos de nuestros padres, padres de nuestros hijos, amores de nuestros amores, amigos de nuestros amigos, significantes para quienes nos conocen. Cada vez únicos e imprescindibles, porque todos lo somos en este instante presente para que la realidad sea tal como es. Comprender esto es la clave para amar y agradecer la vida. Y es una clave espiritual. El propio Heidegger dice que el espíritu no es la agudeza ni el ingenio, ni el intelecto ni la razón. Dice: Tiene espíritu quien se decide originariamente, templado y consciente, por acercarse a la esencia del ser. Ese acercamiento esencial es el amor a la vida. Un amor templado y consciente, una decisión, un encuentro. Casi nada.

Vista desde ese núcleo interior, la vida es maravillosa. En ella caben la felicidad y el sufrimiento, el amor y la soledad, la noche y el día, el desierto y el vergel, las sonrisas y las lágrimas, los nacimientos y las pérdidas. La vida está siempre abierta, siempre llena de nuevas posibilidades, siempre apelando a nuestras capacidades, siempre llena de esperanza, obligándonos a construir nuestro proyecto de ser, a tomar decisiones, a hacerlo mejor, a volver a empezar.

Si fuésemos conscientes del poder del aquí y ahora, nuestros pasos dejarían de sentir los impulsos contrarios de la vergüenza del pasado y el miedo al futuro para afianzarse en la pura vida, en el instante presente.

Así que ahora mismo, venga, vamos a mirar alrededor. Porque hay mucho amor en el mundo, hay muchos héroes, muchas personas de bien empeñadas en poner su grano de arena en lo de “Venga a nosotros Tu Reino”. La escuela es un mirador privilegiado para observarlos. Ellos son quienes hacen avanzar la historia, aunque los libros se detengan más en contarnos las guerras, y los noticiarios sientan fascinación por los tiranos.  Así que, mientras caminamos empujados por las fuerzas contrarias del pasado y el futuro, nuestros pasos pavimentan un sendero de esperanza y el lápiz de nuestra vida dibuja encuentros. Bien podemos susurrar, cara a la brisa: “Gracias a la vida”.

 

martes, 11 de enero de 2022

Eres un desastre

 


Las primeras líneas de la historia de cada ser humano se estructuran a partir de la mirada de los demás.

Nuestros hijos e hijas infantes o adolescentes, nuestros alumnos de primaria o secundaria, no tienen todavía una visión de sí mismos como adultos. Saben que se harán mayores, pero no se lo terminan de creer. No podemos culparlos. ¿Quién de nosotros se visualiza hoy con noventa años? De lo que sí disponen es de una referencia sobre cómo son en el presente, a partir de sus experiencias de éxito- saber que algo les sale bien- y del retrato que nosotros les pintamos cuando les decimos cómo son y qué esperamos de ellos. En tres palabras: de sus etiquetas. Por eso, quien ante una habitación que está hecha un desastre escucha “eres un desastre”, o quien escucha la misma expresión ante un examen en blanco, se siente de determinada manera; por eso hay un mundo entre “no me gustan las mentiras” y “eres un mentiroso”; por eso cuando les preguntamos cómo son suelen repetir los calificativos que nosotros les damos.

Llamamos “etiquetas” a la adjudicación de roles, representaciones o estereotipos. Un rol es un conjunto de comportamientos que se atribuyen a una persona según la función que realiza. El rol fundamental de los menores suele ser el de estudiante, por eso quienes suspenden por sistema sufren un rechazo que ejerce sobre ellos una fuerte presión y que puede acortar sus expectativas. Sin embargo, los estudios son una actividad, no una persona. Pero también vamos adjudicando, a veces sin darnos cuenta, roles a lo masculino y femenino, aunque las chicas sí entienden los mapas y sí estudian ciencias y los chicos sí lloran y sí bailan. En casa los roles clásicos se consolidan, todavía hoy, alrededor de lo profesional por un lado y las tareas domésticas por otro, por eso al elegir nuestros propios roles de género los estamos educando. Por supuesto, etiquetamos con sus roles particulares a los hermanos mayores y a los pequeños, a los “listos” y a los “torpes”, a los “egoístas”, “flacos”, “gordos”, “simpáticos”, “cuatro-ojos” y “raros”. En clase, a los "líderes" y los "fracaso escolar". ¿Nos hemos parado a pensarlo alguna vez?

Las representaciones son imágenes mentales. La más importante es la que corresponde a la imagen corporal, que se compone de una percepción y una actitud. Percepción es la idea que uno obtiene al observar algo. Actitud es la reacción psíquica ante la percepción recibida. La identidad de una persona se establece en buena parte por la experiencia de su cuerpo, que es su imagen exterior, y por las sensaciones que esta imagen provoca en los demás. Sentirse “guapa” o “guapo” es escucharlo decir. Así pues, ojo a las redes sociales con sus filtros y sus comparaciones imposibles.

Los estereotipos son grilletes de la personalidad que les transmitimos a través de la educación y que, en ocasiones, les contagiamos sin darnos cuenta. Aunque parezca mentira con todo lo que ha llovido en la historia de la humanidad, están en auge. Pueden ser, por ejemplo, contra ideas políticas o creencias religiosas, contra tipos físicos concretos, contra modos de vida o contra la "diferencia" de cualquier clase. “Hay que definirse”, lo llamamos. Y la “definición” solo nos permite elegir entre A o B, sin matices ni grados intermedios. Es necesario comprender que las elecciones de la vida nunca se dan entre A y B sino entre un inmenso abanico de posibilidades, y que los prejuicios que emitimos pueden darse la vuelta contra nosotros también. Si la aceptación de la diversidad y el respeto por los demás están en nuestra escala de valores, debemos hacer comprender a la gente joven que los prejuicios provienen de la falta de reflexión, y que cuando condicionan negativamente nuestra forma de actuar hacia otros se convierten en discriminación, algo que cualquiera puede sufrir en un momento dado.

La seguridad en uno mismo, clave del progreso personal, se compone de tres elementos. La “seguridad básica”, que es la convicción de ser querido incondicionalmente por el núcleo familiar; la “seguridad ejecutiva”, que es la confianza en la competencia y la capacidad propias, parte de la cual debe encontrarse en el periodo escolar (y es nuestra tarea de profesores buscar y encontrar la competencia de cada cual); y la conciencia de la propia dignidad. La dignidad es el valor intrínseco que tienen todos los seres humanos por el hecho de ser personas, con independencia de sus circunstancias, o su comportamiento. De ella derivan los derechos fundamentales que todos debemos aprender a respetar. Y lo que lesiona esta dignidad no se puede hacer ni a los demás ni a uno mismo.

No olvidemos que es la mirada de los otros la que llena la vida de roles, representaciones y estereotipos. Por eso, como adultos:

·          Vamos a evitar las etiquetas. Vamos a esforzarnos por hablar, por escuchar, por interactuar con ellos, por crear una armonía en los momentos de convivencia que facilite la comunicación.

·         Vamos a poner en palabras el cariño que les tenemos, a decirles lo importantes que son para nosotros y lo felices que nos hacen. Entre nuestros hijos y nosotros hay una historia de amor pero en la vorágine de los días se nos olvida. Exactamente igual ocurre en clase. "Un amor correspondido", así define Sócrates la relación con su discípulo Alcibíades.

·          Vamos a intentar entender sus sentimientos aunque no los compartamos. Debemos esforzarnos por saber qué quieren comunicarnos realmente.

·         Dialoguemos con razonamientos, no con la confrontación. Nuestra relación será más empática si también les dejamos a ellos contar sus historias y no los saturamos con nuestros monólogos.

·         Aunque tenemos potestad para decir la última palabra, evitemos imponer un criterio nuestro sin saber antes lo que piensan ellos.

·         Evitemos las ofensas, las burlas y las comparaciones con otras personas.

·         El diálogo implica escuchar de forma activa- con atención, con respeto unos a otros. Esto implicará buscar momentos para hablar sin cascos y sin pantallas.

·         Buscaremos momentos para la comunicación informal, de risas y chistes; también para la formal, en la que habrá que abordar temas serios. Sí, informal de vez en cuando en clase también. Atrévete a ser "una profe genial".

Educar a hijos, enseñar a alumnos, necesita esfuerzo y convencimiento, pero cada minuto invertido en comunicación auténtica, fuera de las etiquetas, tiene el valor de un tesoro.