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Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



martes, 27 de agosto de 2019

El último principio




Una bella canción popular rusa dice: “Me resulta difícil hablar, pero también no hablar, de lo que llevo en el corazón.” Un sentimiento parecido me embarga ante este principio del curso escolar que será el último de mi vida profesional puesto que, si todo va bien, me jubilaré en el próximo mes de febrero.

Me resulta difícil hablar de la jubilación porque debo comenzar el curso con las pilas puestas. Quiero decir que debo programar, preparar, aprender, innovar, conocer a los alumnos, sintonizar con ellos, inundarme de esperanza para acompañarlos como si fuésemos a estar siempre juntos. En pocas palabras, eso mismo que están haciendo ahora todos los profesores y maestros.

Y me resulta difícil no hablar de la jubilación porque debo realizar un balance de la vida: cuarenta años en la enseñanza, una profesión que es una forma de ser.

  • Ser comunicativo y estar comunicado, porque en el perfil del docente está siempre la palabra, el diálogo entre seres humanos. Maestros y alumnos nos comunicamos cara a cara, afirmándonos en el lugar que ocupamos sin dejar de afirmar al otro. Durante cada curso escolar, conectamos profundamente nuestras vidas en un espacio donde todos aprendemos y crecemos como personas.
  • Ser eminentemente ético, porque en el diálogo educativo el maestro comparte con el alumno sus conocimientos – claro está- pero también sus convicciones y expectativas, sus valores, por eso el diálogo se desenvuelve en la más compleja riqueza de lo humano, y es tan difícil de explicar que, como diría Lope de Vega, solamente quien lo probó lo sabe.
  • Ser digno, por la condición de profesional esencial. Se es maestro, se es profesora. Ineludiblemente. Mientras dura su camino común, cada profesor es un referente ético para cada alumno; por su parte todos los alumnos son apelaciones a la excelencia moral para el maestro. La tarea docente transmite el mundo para que pueda ser mejorado por la generación siguiente, que a su vez habrá de transmitirlo. Y ese avance, durante el cual las generaciones se suman, es profundamente, dignamente humano.
  • Ser trascendente, transformador, emocionalmente arraigado en la realidad, máster en el manejo del carácter propio y del paso del tiempo, consciente de la autoridad que conlleva la responsabilidad inmensa que asumimos.
  • Ser vocacional, una persona interesada por las personas que sabe apreciar la belleza de quien se está abriendo al mundo.Sentir un profundo respeto por uno mismo. Educar es comprender y hacerse comprender, respetar y hacerse respetar.
  • Haber aprendido a conocerse y a conocer a los demás para trabajar en equipo y sentirse miembro de una comunidad educativa. Aprender a decir sí y no, y a dar crédito a lo frágil para reconocer en cada alumno sus potencialidades. Aprender a no llevarse los problemas de casa al aula, a liberarse de la dictadura de lo ya hecho miles de veces y a plantearse cómo hacerlo siempre todo por primera vez.



En febrero del año 20 diré adiós a una profesión de privilegio, productora de felicidad por sí misma. O tal vez no diré adiós, porque resulta que nunca en mi vida he trabajado como maestra; lo soy que es algo diferente.

Llegará febrero, pero a día de hoy, entre programaciones y caritas nuevas, deseo un buen curso para todos.



La canción a la que aludo se llama "Noches de Moscú" y me encanta esta interpretación en vivo del gran barítono Dimitri Horovstovsky, que ahora comparto.