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Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



martes, 23 de noviembre de 2021

ONIROS

 



Los sueños no son clave

ni expresión ni proyección

de la vida de vigilia.

Son capítulos de una aventura

que el ser humano,

despierto o dormido,

vive siempre.

Inicio del libreto de la ópera Oniros, de Alberto Arroyo

 

El domingo 29 de noviembre se estrena la ópera Oniros, del compositor español Alberto Arroyo, en la sala central del Conservatorio de Música de Dresde. Tengo el honor de ser la autora del libreto

Quisiera compartir con vosotros la historia que cuenta esta ópera y algo de su música y escenografía.

 


                                                                                 Decorado de Oniros, Konzertsaal, Hochshule fur Musik, Dresden


Oniros, el protagonista, es una figura casi mitológica, un semidiós que porta el espejo donde cada uno de nosotros ve reflejados sus sueños. No solo aquellos que habitan en los laberintos de nuestra consciencia, sino aquellos en los que la imaginación y la memoria nos aseguran que es posible una vida más plena y un mundo mejor. Por eso, en el primer acto de la ópera, Penélope se ve a sí misma en el espejo, abrazando ya a su esposo Ulises. En el segundo acto, el senegalés Diambar, antes de echarse al mar, se sabe ya ciudadano de una tierra sin hambre. Y en el tercer acto, Filoniros, el filósofo que estudia los sueños, se observa en el espejo como dueño ya de todas las respuestas.

                                                                                     Penélope reflejada en el espejo.


Sin embargo, el espejo de Oniros contiene una cualidad terrible: quien se queda dormido frente a él nunca sabe al despertar si ya está despierto o sigue dormido. No sabe en qué lado del espejo se encuentra, y vivirá obsesionado por una pregunta: ¿es real la dimensión en que se desenvuelven la imaginación y la memoria?

 

El epílogo habla del momento presente, cuando una amenaza insólita se cierne sobre los sueños. Hoy las máquinas nos conceden todos los deseos de forma instantánea. ¿Necesita imaginación y memoria quien obtiene en el acto todo lo que desea?

 

Por eso la última frase de la ópera- cantada por Filoniros, que ha descubierto el secreto de su origen- viaja como un eco hacia nosotros: “¿Qué será de la humanidad a partir de ahora?”

 

Oniros es una auténtica ópera, y por eso le sucede lo mismo que a todas: lo más flojo es el libreto. La música de Alberto Arroyo es extraordinaria. Si tuviera que definirla, diría que es profunda, expresiva, suntuosa y sencilla a la vez, contemporánea y con un destello de eternidad. Aquí puede escucharse un fragmento. Me llama especialmente la atención esa taquicardia de latidos de los instrumentos de percusión.

 




Alberto Arroyo (Barcelona, 1989) es uno de los compositores más influyentes y con mayor talento de su generación. Como el verdadero artista que es, su música apela directamente al alma y es perfectamente reconocible, que es quizá uno de los signos más claros de los grandes compositores.

 

Conocí a Alberto hace muchos años, cuando era casi un niño y el mejor amigo de mi hijo mayor. Incluso entonces sabía ya que sería músico. En estos años lo he visto trabajar y esforzarse para conseguirlo, estudiando en Madrid, Zaragoza, Boston y ahora Alemania, donde vive. Fue el compositor más joven en obtener el Premio Nacional de Jóvenes Compositores, y tiene decenas de reconocimientos. En este enlace puede conocerse más sobre su vida y su obra.

                                ALBERTO ARROYO, COMPOSITOR


Le admiro profundamente como artista y como persona. Aún recuerdo su alegría de niño el día que descubrió que Arroyo en alemán se dice Bach. Se sintió predestinado. 

Su invitación a escribir el libreto no estaba en mis propios sueños. Quizá la ópera habla de ellos porque Oniros ha unido sus sueños como compositor y los míos como escritora y amante de la ópera.

 

Mi mayor reto al escribir fue la sinceridad, porque dentro de la música no puedes esconderte, ni hay lugar para los trucos y las mentiras. La música siempre dice la verdad. Quizá lo más sorprendente fue colaborar con el traductor al alemán y descubrir las enormes diferencias de estructura y matices entre nuestros dos idiomas.

 

Oniros expone retos del ser humano con el lenguaje de la música contemporánea y la colaboración de cantantes y escenógrafos de primer nivel, unidos al rigor, la exigencia y la calidad del Conservatorio de Dresde. Para mí ha sido un honor inmenso formar parte de esta aventura.


lunes, 15 de noviembre de 2021

Abuelos



                            


He tenido la alegría de participar en el programa dedicado a los abuelos en la serie “A mi yo adolescente”, de RTVE. En este enlace se puede encontrar buena parte de la conversación que tuve con los jóvenes invitados. Eran personas extraordinarias y disfruté muchísimo con sus reflexiones y su compañía.

 Los abuelos son la dinamo de la infancia, el eslabón entre nuestra presencia temporal y la historia de la humanidad. Pero no es sencillo definir su acción. Existe una campaña para que la Real Academia Española acepte el término abuelidad, creado en 1980 por la médica argentina Paulina Redler para denominar la cualidad de ser abuelo o abuela y los efectos del vínculo con los nietos.

Desde el principio de la historia y hasta hace poco tiempo, las generaciones de una misma familia solían convivir juntas, con varios núcleos familiares en la misma casa, y compartían tarea y sustento. En ausencia de instrucción escolar, los abuelos y abuelas acumulaban la sabiduría vital. Los Consejos de Ancianos jugaban un papel importante en lo judicial y en lo religioso, las abuelas eran matriarcas que aglutinaban a toda la familia y ejercían la autoridad moral. A unos y otras se les consideraba investidos de un carácter sagrado: el de la vida que resistía el paso del tiempo. Eran, claro está,  ancianos y ancianas que apenas sobrepasaban los cincuenta años. La Gerusía de Esparta solo admitía como miembros a quienes hubieran alcanzado la increíble edad de sesenta años. Mucho más cerca, resulta impactante leer en la novela La Regenta (publicada en 1884) que la protagonista ha abandonado definitivamente la juventud. ¡Y tiene veintinueve años! Este comienzo temprano de la vejez perdura hasta el siglo XX, cuando el enorme avance de la medicina permitió prolongar la esperanza de vida. Hoy el umbral de la tercera edad está en los 65 años, lo cruzan personas llenas de vitalidad y en estupendas condiciones físicas, y hablamos ya de “cuarta edad”. La cobertura económica de las pensiones de jubilación permite a la mayoría de los abuelos cubrir de forma autónoma sus necesidades, aunque esta independencia traiga asociada para algunos la merma de la relación familiar e incluso la soledad.         

En nuestro siglo XXI, y en Occidente, padres y madres adoptan indistintamente los roles del cuidado, se da con frecuencia la separación de la pareja, aumenta el número de familias con un solo progenitor, la economía aprieta y volvemos al “compartir casa y mesa” de las generaciones anteriores. Por eso vivimos un regreso a la palestra de quienes nunca se fueron: los abuelos. Muchos de ellos han trabajado desde muy jóvenes; muchas de ellas han sido pioneras en la incorporación de la mujer al mercado laboral. Cuando los hijos necesitan su ayuda, se convierten en imprescindibles para la conciliación.

Por supuesto, y esto no lo cambian ni la geografía ni la historia, para sus nietos son un tesoro. Pocas relaciones hay tan armónicas como las de abuelos y nietos, pocos momentos más bellos que los que disfrutan juntos. Sabemos que los niños cuyo contacto con sus abuelos es frecuente disfrutan de estímulos muy valiosos, y que el cuidado de los nietos previene el deterioro cognitivo de los mayores. Pero sabemos también que los abuelos desean disfrutar de su tiempo libre, del ocio, de la cultura y de las oportunidades. Cuando se encargan de los nietos los cuidan con un horario y un desempeño de calidad profesional, pero no remunerada, cuya motivación es el amor. Ojo, el amor que tienen a sus propios hijos.

Necesitamos de los mayores para sentirnos reales, enraizados y queridos; ellos necesitan de nosotros para mantener las ganas de vivir. La abuelidad es una ceremonia sagrada de comunicación interpersonal. Los jóvenes de este vídeo lo reconocen y lo agradecen.

                              PROGRAMA A MI YO ADOLESCENTE- ABUELOS

viernes, 5 de noviembre de 2021

 


En los primeros días del año 2020, la superiora general de las Hermanas de la Consolación me encargó una biografía de santa María Rosa Molas, fundadora de la orden. Acepté sin dudarlo porque ellas son las monjas del colegio donde estudié. La madre Molas, una “mujer dulce y buena que entregó su vida a los pobres”, ya formaba parte de mi vida. Escribir su historia no me parecía difícil. Además contaría con libros sobre ella, documentos de su canonización, testimonios de sus contemporáneos, sus propias cartas y, sobre todo, la biografía publicada por su confesor, el padre Sebastián León. Decidí leerlos de forma cronológica a la vez que escribía, para dejarme sorprender por su vida, como le sucedió a ella. Pronto comprendí que debía emplear sus propias palabras, de sus escritos o recogidas en los testimonios. Y entonces comenzó una extraordinaria aventura que, literalmente, ha transformado mi vida interior. Porque, claro está, yo no conocía a la madre Molas. Ella escapaba de cualquier definición.

Lo primero que descubrí fue cuánto se parecía su tiempo (1815-1876) al nuestro: la desmoralización social y política, la desigualdad de la cual brotaron atroces epidemias. Aún adolescente, vio morir a su madre de cólera, contagiada por las vecinas a quienes había cuidado. Comprendí que aquella experiencia había determinado su camino.

En sus sesenta y tres años de vida, Rosa Molas presenció cuatro guerras. En Reus, su ciudad natal, amaron y perecieron miles de personas, lloraron su soledad muchos ancianos y crecieron sin amparo muchos huérfanos que no entendían los vaivenes de la política sino los más humanos de la alegría y el dolor. Y a aquella muchacha alta, morena, callada e incandescente no le pasaron desapercibidas tantas penas. Ella las vio. Las siguió viendo después, en Tortosa y en todos los lugares a los cuales la condujo esa mirada. Así que se dedicó a abrir las puertas de los hospitales para refugiar a la gente de los bombardeos, a aliviar sin descanso enfermedades, hambre y tristezas, a fundar una nueva orden religiosa. Pero no por ser sin más “una mujer dulce y buena que entregó su vida a los pobres”. Aquella era solamente la imagen visible de una motivación muy profunda. María Rosa contó desde la infancia con una dimensión mística que pasó casi desapercibida porque la mantuvo en silencio. Sin embargo, la profunda unión con Dios, a quien amaba y buscaba absolutamente, impregnó su vida entera. Llegó al más alto nivel de espiritualidad que un ser humano puede alcanzar, y lo guardó en secreto, con la humildad perfecta que es inseparable de ese grado de santidad. Vivió entre personas que necesitaban consolación y cuidado, como nosotros ahora, y respondió.

Menuda aventura para mí la de acercarme a ella hasta el primer plano. Ojalá os guste el resultado impreso.

Este es el fragmento que narra el momento histórico en que ella contribuye a detener el bombardeo de Reus por las tropas de Zurbano (1843).


 El campamento de Zurbano se hallaba situado al sur de la ciudad, junto al camino de Tortosa. De lejos ya lo señalaban el estruendo y el humo. Para llegar hasta él, debían avanzar de cara a los proyectiles y solo contaban con los olivos como defensa. Tardaron casi una hora en conseguirlo pero por fin lo alcanzaron. Los centinelas de la guardia, asombrados por ver salir de entre los árboles a tres religiosas con sus tocas blancas, un sacerdote y cuatro caballeros, los condujeron enseguida a la tienda de campaña desde la que el famoso general dirigía el asedio.

Martín Zurbano contaba cincuenta y cinco años y mil cicatrices de guerra. Era un hombre pequeño de estatura y rudo de carácter, liberal como Prim, que conocía bien los contrastes de la vida. Militar laureado, había nacido en una humilde pedanía de Logroño, de padres labradores. De niño había estudiado en el seminario, pero dedicó su primera juventud al contrabando y la guerrilla. Durante la invasión napoleónica adquirió una fama legendaria en el combate, acrecentada luego durante los siete años de guerra carlista. Los soldados temían su carácter arrebatado, su aura roja de sanguinario, su ferocidad que en el frente de batalla lo transformaba en invencible. Hasta aquel hombre, cuya sola presencia hacía temblar, llegó la comisión de paz decidida a todo. Entraron en su tienda de campaña conducidos por el teniente de la guardia y, donde esperaban encontrar un estado mayor completo, se hallaron frente al general solo, tranquilo y a la vez desafiante. Allí lo tenían, Zurbano en persona, con su uniforme singular de chaqueta corta y lazo al cuello, y su boina alavesa, de los tiempos en que era guerrillero, bien calada hasta las cejas. Los miraba severo, con la fuerza de unos insólitos ojos azules que parecían esculpidos en hielo puro. Al escuchar su enérgico “¿Qué desean ustedes?” los señores comisionados olvidaron los argumentos que llevaban preparados y enmudecieron. La propia sor Estivill comprendió que su fuerte carácter quedaba en nada frente a aquel hombre pétreo. Por reciedumbre, nadie convencería a Zurbano de que abandonara un asedio. Solo podría ser por misericordia. Y fue María Rosa Molas quien, invitada por el párroco, se atrevió a emplear aquella palabra. Habló erguida, conmovida y serena, mecida en las inflexiones de su voz sincera.

-Usted fue niño, general. Quiso a su madre. Por ella, tenga hoy misericordia de la gente sencilla que no puede salvar ni hundir tronos; tenga misericordia de esta ciudad, puesto que ya la ha tomado. A tiro de sus cañones hay ahora mismo muchos inocentes que lloran desesperados. Por la Virgen de la Misericordia, patrona de Reus, haga cesar este castigo. Por favor, denos esperanza.

El fiero militar retrocedió un paso, pensativo, con sus ojos helados fijos en los incandescentes de aquella monja que era todavía una muchacha. Luego se descubrió la cabeza, se disculpó por no haberlo hecho desde el principio, y respondió:

-Esperanza, dice usted, hermana. La Virgen de la Esperanza es la patrona de Logroño, hace tiempo que nadie me lo recordaba. Cuánta devoción le tenía mi madre. Está bien, trocaremos la guerra en paz. Que las milicias salgan de Reus a tambor batiente y banderas desplegadas, que habrá misericordia. 


CONSOLACIÓN

https://libreria.sanpablo.es/libro/consolacion_224002

https://www.casadellibro.com/libro-consolacion-historia-de-la-madre-maria-rosa-molas/9788428561761/12568528