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lunes, 15 de noviembre de 2021

Abuelos



                            


He tenido la alegría de participar en el programa dedicado a los abuelos en la serie “A mi yo adolescente”, de RTVE. En este enlace se puede encontrar buena parte de la conversación que tuve con los jóvenes invitados. Eran personas extraordinarias y disfruté muchísimo con sus reflexiones y su compañía.

 Los abuelos son la dinamo de la infancia, el eslabón entre nuestra presencia temporal y la historia de la humanidad. Pero no es sencillo definir su acción. Existe una campaña para que la Real Academia Española acepte el término abuelidad, creado en 1980 por la médica argentina Paulina Redler para denominar la cualidad de ser abuelo o abuela y los efectos del vínculo con los nietos.

Desde el principio de la historia y hasta hace poco tiempo, las generaciones de una misma familia solían convivir juntas, con varios núcleos familiares en la misma casa, y compartían tarea y sustento. En ausencia de instrucción escolar, los abuelos y abuelas acumulaban la sabiduría vital. Los Consejos de Ancianos jugaban un papel importante en lo judicial y en lo religioso, las abuelas eran matriarcas que aglutinaban a toda la familia y ejercían la autoridad moral. A unos y otras se les consideraba investidos de un carácter sagrado: el de la vida que resistía el paso del tiempo. Eran, claro está,  ancianos y ancianas que apenas sobrepasaban los cincuenta años. La Gerusía de Esparta solo admitía como miembros a quienes hubieran alcanzado la increíble edad de sesenta años. Mucho más cerca, resulta impactante leer en la novela La Regenta (publicada en 1884) que la protagonista ha abandonado definitivamente la juventud. ¡Y tiene veintinueve años! Este comienzo temprano de la vejez perdura hasta el siglo XX, cuando el enorme avance de la medicina permitió prolongar la esperanza de vida. Hoy el umbral de la tercera edad está en los 65 años, lo cruzan personas llenas de vitalidad y en estupendas condiciones físicas, y hablamos ya de “cuarta edad”. La cobertura económica de las pensiones de jubilación permite a la mayoría de los abuelos cubrir de forma autónoma sus necesidades, aunque esta independencia traiga asociada para algunos la merma de la relación familiar e incluso la soledad.         

En nuestro siglo XXI, y en Occidente, padres y madres adoptan indistintamente los roles del cuidado, se da con frecuencia la separación de la pareja, aumenta el número de familias con un solo progenitor, la economía aprieta y volvemos al “compartir casa y mesa” de las generaciones anteriores. Por eso vivimos un regreso a la palestra de quienes nunca se fueron: los abuelos. Muchos de ellos han trabajado desde muy jóvenes; muchas de ellas han sido pioneras en la incorporación de la mujer al mercado laboral. Cuando los hijos necesitan su ayuda, se convierten en imprescindibles para la conciliación.

Por supuesto, y esto no lo cambian ni la geografía ni la historia, para sus nietos son un tesoro. Pocas relaciones hay tan armónicas como las de abuelos y nietos, pocos momentos más bellos que los que disfrutan juntos. Sabemos que los niños cuyo contacto con sus abuelos es frecuente disfrutan de estímulos muy valiosos, y que el cuidado de los nietos previene el deterioro cognitivo de los mayores. Pero sabemos también que los abuelos desean disfrutar de su tiempo libre, del ocio, de la cultura y de las oportunidades. Cuando se encargan de los nietos los cuidan con un horario y un desempeño de calidad profesional, pero no remunerada, cuya motivación es el amor. Ojo, el amor que tienen a sus propios hijos.

Necesitamos de los mayores para sentirnos reales, enraizados y queridos; ellos necesitan de nosotros para mantener las ganas de vivir. La abuelidad es una ceremonia sagrada de comunicación interpersonal. Los jóvenes de este vídeo lo reconocen y lo agradecen.

                              PROGRAMA A MI YO ADOLESCENTE- ABUELOS

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