BIENVENIDOS

Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



martes, 3 de enero de 2012

DOS CARTAS


Voy a comenzar el año contando, sencillamente, la historia de dos cartas.
La primera de ellas, la escribió hace más de cincuenta años un antiguo alumno para su maestro de Argel.
Aquel alumno había sido un niño huérfano de padre que vivía con su madre analfabeta, un hermano un poco mayor y una abuela empeñada en que los dos muchachos empezaran a trabajar y dejaran de perder tiempo en la escuela. Desde luego, en su casa familiar no había ni un libro.
Era tan pobre que, cuando se hacía un partidillo de fútbol en el recreo, se ponía siempre voluntariamente de portero para que no se le desgastaran los zapatos. Le gustaba ir en pandilla a liberar a los animales de la perrera municipal y sabía defenderse a puñetazos del matón del patio. No hablaba un francés correcto sino el “pataouette”, un dialecto franco-argelino. 


Pero su maestro supo percibir lo que aquel alumno podía llegar a ser. Así que le ayudó a dejar de ser extranjero en la lengua francesa, le consiguió una beca y lo guió por la fascinación de la palabra bien dicha y de la escritura. En clase, al terminar las lecciones del día, se quedaba un rato más con él para leerle un capítulo de alguna novela clásica, mientras el chiquillo lo escuchaba en silencio y con la imaginación encendida. Al terminar el capítulo, alumno y maestro se despedían hasta el día siguiente.


El día en que este muchacho se presentó a la prueba de acceso a la Enseñanza Secundaria, el maestro le limpió los viejos zapatos para que estuvieran relucientes y le hizo desayunar. Había llevado cruasanes para que los alumnos más pobres, que nunca desayunaban, pudieran resistir el durísimo examen.


El maestro se llamaba Louis Germain. A finales de noviembre de 1957, muchos años después de aquel examen de Ingreso, recibió una carta escrita en París. Era de su antiguo alumno y en ella le informaba que acababa de obtener el premio Nobel de Literatura. El último  párrafo decía:
Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió a aquel niño pobre que yo era, sin su enseñanza y su ejemplo, nada de esto habría sucedido.
La firmaba Albert Camus.

El maestro Germain contestó a Camus con esta carta:
Mi pequeño Albert:
El pedagogo que quiere desempeñar concienzudamente su oficio nunca descuida una ocasión para conocer a sus alumnos, y éstas se le presentan constantemente. Una respuesta, un gesto, una mirada son ampliamente reveladores. Creo conocer bien al simpático hombrecito que eras y el niño, muy a menudo, contiene el germen del hombre que llegará a ser.
Albert Camus hizo años más tarde una deliciosa descripción de su maestro en El primer hombre, la novela que dejó inconclusa antes de morir. Dice así:
La escuela nutría en los alumnos un hambre más esencial para el niño que para el adulto: el hambre de descubrir. (…) En la clase del señor Germain los alumnos sentían por primera vez que existían y eran objeto de la más alta consideración. Se les juzgaba dignos de descubrir el mundo.
Podríamos pensar que esta manera de ser maestro está a punto de extinguirse pero no es así. A pesar de los cambios sociales, a pesar de que la vieja pizarra verde está en franca retirada, la vocación docente se renueva con las generaciones.
La enseñanza es un oficio con futuro. Sea como sea la evolución de esta sociedad vertiginosa, siempre será necesaria la mediación de un profesor y una escuela para transmitir a las nuevas generaciones el modo de empleo de la vida. El aprendizaje de los elementos básicos de la educación y la cultura, en la infancia y la adolescencia, demandará siempre la intervención del profesional que enseña. Y el aprendizaje a lo largo de toda la vida, dada la complejidad de la sociedad del conocimiento, necesitará recurrir a agentes especializados. Por la continuidad de nuestro servicio no debemos preocuparnos. Los profesores estamos y estaremos.
Pero es que además el compromiso social con la enseñanza seguirá siendo imprescindible. La educación seguirá siendo asunto del maestro, el libro en cualquier soporte y la familia. Su resultado, una persona responsable, informada y formada, preparada para convivir en paz en un mundo que cambia.
Los maestros y profesores seguirán contando historias, abriendo ventanas y representando mundos y épocas. Harán soñar e imaginar, mostrarán las cosas como son y cómo podrían ser, darán testimonio crítico a unos alumnos que seguirán identificándose con ellos.
 Ejercer la docencia seguirá siendo algo duro y maravilloso. En ella seguirán cabiendo la felicidad y el sufrimiento, el bullicio y el silencio, los logros y la impotencia. Enseñar seguirá siendo una actividad abierta, descubridora de nuestras capacidades, llena de esperanza, y nos seguirá obligando a construir nuestro ser, a tomar decisiones, a hacerlo mejor, a volver a empezar.
Seguirá existiendo la vocación docente e impregnará la vida de quienes la sigan mientras exista una sola persona a quien le llegue al corazón la voz de un joven que dice: enséñame el mundo.
Pertenecer a este gremio es uno de los mayores honores que he tenido en la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario