Hoy se nos anima a conformar una
sociedad atomizada, fieramente individualista, sin vínculos. Proliferan los
mensajes contra los movimientos de asociación y participación social. Sin
embargo, lo cierto es que frente al anonimato de los poderes fácticos, las
agencias de calificación, los magnates de la comunicación o los políticos que
efectúan ajustes ciegos, es más necesario que nunca contar con organizaciones
que respalden a los distintos colectivos y puedan defender sus intereses.
Los sindicatos se han convertido en
la diana de todas las críticas. En parte con razón, porque deben abordar los
retos de esta nueva era y van con retraso. El sindicalismo ya no puede ser una
correa de transmisión del poder político. Por esta metamorfosis sufrida en los últimos cuarenta
años se condena
hoy el concepto mismo de representatividad.
Sin embargo, digan lo que digan los
grandes pontífices de los medios, los sindicatos son necesarios. Cada vez más.
Porque otro de los mensajes que interesa difundir hoy es que acabamos de nacer,
que no hay historia, que hemos llegado hasta aquí sin saber cómo. Tal vez
interesa la amnesia colectiva, pero es injusta.
Hace treinta años, las
condiciones profesionales y laborales de los docentes españoles eran penosas.
La mejora en los sueldos, en los horarios, en las condiciones laborales, en los
permisos, en la formación y en tantas otras cosas ha sido fruto del trabajo de
los sindicatos. Y ahora que los ajustes económicos quieren devolvernos a la
“casilla de salida” en los beneficios laborales que hemos ido consiguiendo, estar
representados en los foros de toma de decisión es más necesario que nunca. Pero
de una manera nueva, claro.
Hoy necesitamos sindicatos que representen
de forma amplia a colectivos profesionales y sean capaces de llevar la voz y
los intereses de sus representados hasta las esferas de poder, de abajo a
arriba, sin seguir consignas ni tener dueños.
Necesitamos sindicatos que tengan
estructuras fuertes y consolidadas, para que sus reivindicaciones tengan peso y
fuerza. Sindicatos que tengan ya una amplia posibilidad de acción y
reivindicación, y una trayectoria que posea un buen bagaje de acuerdos
firmados, de solidaridad, de prestaciones, de conocimiento.
Necesitamos sindicatos que
mantengan autonomía con respecto al poder político y no estén
ahogados en subvenciones y prebendas. Sindicatos cuyos
miembros tengan en común la identidad, los objetivos y los intereses con
aquellos a quienes representen.
Frente a la tiranía de esos extraños organismos sobrevenidos, de
los cuales desconocemos el origen y los fines pero que dictan a nuestros gobernantes lo que tienen que hacer, necesitamos que alguien bien cualificado y elegido por una mayoría eleve la voz colectiva. Frente
al poder sin rostro que parece gobernarnos a todos, necesitamos cada vez más de
la asociación, de los vínculos, de la confianza de unos en otros.
En nosotros juntos.
Puede que me repita -porque creo haberlo dicho en alguna otra ocasión-: me gustaría que mi sindicato estuviera ahí cuando necesito aclarar una duda legislativa, cuando busco apoyo (por no ir "por libre") al emprender una acción en defensa de mis derechos laborales. Que no me respondiera como lo hace la Administración (para eso ya la tenemos a ella), que no cayera en el "... y tú más" con otros sindicatos; que su estructura organizativa y territorial no lo distanciara de los trabajadores...
ResponderEliminarYa se que estás por la labor de que las cosas mejoren.
Un abrazo