Me gustaría saber el nombre de este pequeño que nos mira con
la inocencia y la alegría de la infancia. Y me parece que se llama Educación,
se llama Tiempo o se llama Mundo.
Porque debe recibirla para
configurar su destino, mantener los pies en la tierra y alcanzar el horizonte,
creo que este chiquillo se puede llamar Educación.
Porque en sus ojos se transparenta
la esencia de cada persona y de todas, el proyecto real de lo que la humanidad
podría llegar a ser. Porque en su mirada limpia viven siglos de sueños y
esperanzas, y porque esta foto mágica le permitirá vivir una infancia eterna,
este niño puede llamarse Tiempo.
Porque confía en nosotros y no
pregunta: ¿qué vais a hacer conmigo? Porque ignora todo lo malo y adivina todo
lo bueno. Porque nos reconoce y nos interpela. Porque es tan frágil, fuerte,
vivo y verdadero como si en él vivieran todos los niños y las niñas, creo que
este pequeñajo puede llamarse Mundo.
Pero porque nada tiene escrito
todavía, salvo el abrazo de su oso de peluche; porque bajo su jersey esconde
unas pequeñas alas pero muy pronto volará con ellas; porque tal vez él mismo y
sus amigos sean capaces de devolver la esperanza a nuestra especie, este niño
precioso seguro que se llama, en realidad, Futuro.
Por el suyo y el de todos, por la
cuenta que nos trae y la responsabilidad que tenemos en este áspero presente,
espero que este nuevo año seamos capaces de pensar más en los niños. En esa infancia de los países ricos que se
ahoga en juguetes y no tiene tiempo para jugar, infancia de padres ausentes y
ocupadísimos; en los millones de pequeños nacidos en los países pobres, que
solamente tienen tiempo y sin embargo éste no les trae un mañana.
¿Cuál será tu verdadero nombre,
pequeño?
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