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miércoles, 7 de marzo de 2012

Cartas desde el desierto para el Día de la Mujer




He recibido una carta desde el desierto. Es de un joven viajera y habla de la inmensidad del terreno, del calor y del viento, de la belleza de las estrellas en el cielo nocturno.

He recibido una carta desde el desierto. Me la envía Aissa, una joven saharaui de trece años. En ella me cuenta que pasa hambre y sed en el campamento de refugiados. Me dice textualmente: “Quiero ser moderna. Enfermera y moderna.  Pero aquí no se puede llevar otra cosa que la melfa. Yo estoy en contra de la poligamia, mi padre se fue con una niña de mi edad porque mi madre ya no podía darle más hijos. Es beduino y no le vemos. En vuestro país tendría que pagarnos por abandonarnos. Aquí nada.

He recibido una carta desde el desierto. La ha escrito una mujer que durante quince  años ha confundido el amor con el silencio. En ella me confiesa una grave crisis de autoestima, de confianza y de reposo, que la tiene desalentada y triste, confusa, maltratada.

 He recibido una carta desde el desierto. Me la manda una mujer que se levanta y se acuesta sola, ríe y llora sola, come y duerme sola y ella sola se abraza cuando siente miedo.

He recibido una carta desde el desierto. La firma una madre de familia y tiene estructura de currículum vitae. En ella se enumeran veintitrés cursos de formación y una buena experiencia laboral, pero los márgenes están sobados de tanto enviar copias a todas partes, y huele un poco a sal de lágrimas.

He recibido una carta desde el desierto. Es de Antoine de Saint Exupéry y en ella dice:

 “Lo bello del desierto es que en cualquier lugar esconde un pozo.”

¿Es verdad esto? Yo creo que sí. Hay un manantial escondido y brotará a la hora menos pensada. En todos los desiertos.


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