En
su discurso de investidura como presidente del Gobierno, Mariano Rajoy ha anunciado una reforma educativa
sobre unos pilares que se corresponden con reivindicaciones antiguas y con el discurso de ANPE: la mejora de la educación obligatoria y
gratuita hasta los 16 años, el Bachillerato de tres años y la garantía de unas
enseñanzas comunes en todo el territorio nacional para dar cohesión y
vertebración a la educación. Además ha propuesto un nuevo sistema nacional de
acceso a la función docente, enmarcado en el Estatuto del
Profesorado.
Desde hace años he defendido en nombre de ANPE la
necesidad de ampliar la duración y el rigor del Bachillerato. Es indudable la
necesidad de establecer un Bachillerato de tres años como el de la mayoría de
los países europeos precisamente por la relevancia de esta etapa educativa. El
Bachillerato LOE, que comprime 19 materias en dos años, es manifiestamente
insuficiente. Pero necesita una alternativa verdadera: la Formación Profesional, que hay que tomarse a partir de ahora muy en serio. Y por supuesto, hay que esperar a ver cuándo empieza a cursarse y qué pasa con la ESO. La estructura de la enseñanza Secundaria deberá permitir que los alumnos encuentren, según sus aptitudes e intereses, una pasarela flexible hacia el primer curso del Bachillerato de tres años o hacia las enseñanzas profesionales.
Además, la reforma anunciada deberá
tener una visión global del sistema educativo para que no se quede en la
parcialidad de las anteriores. La
enseñanza Primaria deberá aumentar el peso de las materias instrumentales, y
contar con suficiente profesorado como para realizar el seguimiento adecuado de
los alumnos que presenten dificultades.
Será imprescindible alcanzar un
consenso sobre estas cuestiones. A ver si ahora se da la talla del diálogo. Porque salir de esta crisis no es ya solamente una cuestión de medidas sino de tallas: políticas y humanas.
Hay por supuesto grandes motivos de preocupación, por ejemplo, el anuncio de la supresión de la oferta de empleo público
salvo en los servicios esenciales. Y aquí hay que exigir que la educación esté considerada como un servicio esencial. Lo es
puesto que posibilita la capacitación laboral, profesional y social de los
ciudadanos. En una profesión que necesita renovación constante, debe
garantizarse la tasa de reposición suficiente para que puedan estar completas
las plantillas docentes. Debe haber oferta de
empleo público en educación.
Confío en que la importancia
que ha otorgado Rajoy a la educación en el debate de investidura se traduzca en acuerdos políticos y sociales, en inversión suficiente
y en acciones inmediatas para convertir a la educación en la pieza clave de las
políticas sociales en los próximos años.
Ya sé, ya sé que a los optimistas nos cuesta ver el mundo tal como es. Lo vemos tal como debería ser. Pero a lo mejor muchos optimistas juntos conseguimos que lo sea.
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