Este curso he comenzado a colaborar con la Universidad de Padres, la plataforma on line de formación para familias y educadores creada hace más de una década por José Antonio Marina. Este es el primer artículo que he escrito para la plataforma. Incluyo un enlace a la web de la UP para quien desee más información.
EL MODO DE EMPLEO DE LA VIDA
Si
pudiésemos volver a ese momento mágico en que vimos la carita de nuestra hija o
nuestro hijo por primera vez, seguramente recordaríamos cuál fue el deseo que
pedimos. Ninguno de nosotros le deseó en ese instante un Óscar de Hollywood o
una final de Wimbledon, ¿verdad? Todos deseamos que fuese, sencillamente, feliz.
Pero ya sabíamos entonces que ser felices no iba a significar: “Nunca te
pondrás malito, nunca te traicionará un amigo, encontrarás a tu gran amor muy
pronto y te acompañará siempre…” Lo que queríamos decir con la palabra feliz
era: que conozca un buen modo de empleo de la vida, que sea capaz de acompañar
y ser acompañado, que se pueda levantar después de un tropezón, que se sienta
seguro de sí mismo. En resumen, queríamos decir: “que pueda guiarse en la vida
por buenos valores”.
Sin
embargo, es difícil explicar exactamente qué entendemos por valores. En términos económicos, lo más
valioso es lo más caro. Pero esto no es suficiente. ¿Cuánto pagaríamos por una
familia unida o por un amigo leal? Es evidente que los asuntos propiamente
humanos se desarrollan en otro terreno. Y también está claro que los valores
existen. Son cualidades reales de las actitudes del ser humano. A veces nos
puede parecer que esas cualidades son relativas pero nos equivocamos, lo que son es relacionales, es decir, nosotros las captamos- las valoramos- o no.
Son como las cualidades de un gran vino, que permanecen ocultas mientras no lo
pruebe quien las sabe apreciar, pero si yo lo desprecio y elijo otra cosa no
por ello pierde ese gran vino sus cualidades.
Los
valores que la familia transmite son, inevitablemente, los que conforman su
propio modo de empleo de la vida. Los
hijos ponen a prueba nuestra propia educación pero también nuestra capacidad de
reflexión y nuestra madurez, porque mientras ellos crecen también crecemos
nosotros. Entonces, ¿qué valores podríamos considerar necesarios para educar
bien? ¿Qué valores podrían servirnos hoy a todos? En este mundo tecnologizado y
cambiante, para mí serían:
1-El
proyecto personal, la apuesta por la propia vida, que exige compromiso y
esfuerzo. Como decía Aristóteles: La
felicidad es una actividad. Las claves del proyecto personal están en la
disciplina, que significa ser capaz de terminar algo que se ha empezado, y la
fuerza de voluntad, el músculo necesario para afrontar los retos y las crisis. ¿Cómo
se educa en este valor? Poniendo cada día frente a nuestros hijos algunos
pequeños retos personales, escalones adecuados
a su estatura, cuyo premio sea la satisfacción de haberlos subido. Por cierto,
¿sabéis por qué son tan adictivos los videojuegos? Pues es muy fácil, porque
tienen reglas y retos. Ambas cosas son necesarias para nuestros hijos y a veces
no se las facilitamos.
2-La
comunicación cara a cara, que enseña a respetar al otro y a argumentar. Es cada
vez más difícil, hay que luchar por ella en casa.
3-La participación. Porque el mundo no
es exactamente como se ve desde nuestra ventana. El ejemplo de unos padres que
se implican en su comunidad, el trabajo en grupo, ser responsable de pequeñas
tareas y la solidaridad ayudan a educar en este valor. La generosidad, que
ensancha la vida, y el esfuerzo por la paz serán claves también.
4-Frente al consumo desenfrenado, la
austeridad. Ser austero en este tiempo es una elección porque estamos rodeados
de estímulos que deciden por nosotros. La vida diaria de cada familia puede
educar en este valor, indudablemente con el ejemplo. Lo curioso de todo esto es
que los niños entienden la austeridad perfectamente y somos nosotros, los
adultos, quienes estamos atrapados por el consumo.
5-La
responsabilidad. Ser responsable quiere decir escuchar los retos y las
exigencias de la vida y responder a
ellas. Pero sólo puede responder de sí mismo quien se gobierna.
6-La
autoestima razonable, que reconoce los propios límites y es capaz por ello de
potenciar lo mejor y aceptar lo menos bueno, de hacer más fuertes las propias
capacidades y superar el desánimo que producen los fracasos. Para ella, el
deporte es el educador por antonomasia pero también importa entender el
verdadero significado de la belleza y del arte.
7-El
fortalecimiento de los vínculos con la familia y con el entorno. Es
imprescindible recuperar las obligaciones, la ob-ligatio que establece una vinculación con los demás y que nos
liga a nuestra propia realidad personal.
8-La
recuperación de la interioridad que hace preguntas sobre uno mismo. No corras, ve despacio, que a donde debes ir
es a ti sólo, escribía Juan Ramón Jiménez. Lectura y reflexión, pero
también algún momento de silencio, de pantalla apagada, de diálogo tranquilo…
Escuchar a los hijos les enseña el valor de escucharse
para encontrar su propia identidad.
Dicen
que Francisco de Goya quería escribir en su epitafio: Aún aprendo. Seguramente, la inagotable posibilidad de aprender es
el gran privilegio de cada ser humano. Educar bien a las próximas generaciones
es nuestro reto y nuestra responsabilidad. Podemos lograrlo.
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