En estos días se celebran las
oposiciones de Secundaria en la mayoría de las comunidades autónomas. Se ha
anunciado a bombo y platillo el alarde de plazas ofertadas, que si bien es
fotogénico como número global, no es para tanto cuando se desciende a los
pormenores de las distintas especialidades, sobre todo en la Formación
Profesional. Hay ramas de FP de las que no se ha convocado oferta en una década
y se descuelgan ahora con 6 plazas para la Comunidad de Madrid.
Los opositores que concurren a la
OEP de Secundaria y FP son titulados superiores que cuentan, en muchos casos,
con una clara vocación docente; pero también se presentan personas con saber
teórico o técnico que no poseen, sin embargo, habilidades pedagógicas y
ven esta selección como una oportunidad laboral.
Para que la oferta de empleo
público sea una verdadera selección de profesionales con actitud y aptitud
para la enseñanza, deberíamos plantearlas de manera inversa, al modo de las
novedosas “flipped classrooms”. Deberíamos invertir el orden de las pruebas, poner
en primer lugar la presentación práctica de la programación y el desarrollo de
una clase y luego, a quienes hubieran pasado con nota esa demostración de su
capacidad de comunicación, de organización, de empatía y de saber estar, les
cuestionaríamos la profundidad del conocimiento teórico. Serían las mismas
pruebas, sí, pero en orden inverso, de tal manera que la aptitud pedagógica fuese
la criba real, la eliminatoria.
No me parece tan descabellado.
¿Alguien se atreve a pensarlo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario