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jueves, 13 de mayo de 2021

El zumo de naranja

 


No basta la atención expectante hacia los otros; hay que llegar a la preocupación.

Santiago Ramón y Cajal

 

 Ayer, 12 de mayo, conmemoración del 101 aniversario del nacimiento de Florence Nightingale, se celebró el Día Mundial de la Enfermería. Es una profesión esencial- joven en cuanto a titulación y antigua como la humanidad en su vocación de cuidado- cuya importancia y profundidad hemos comprendido este año mejor que nunca.

Como mi padre era médico, en mi casa, de niña, los profesionales de la sanidad siempre estuvieron presentes, siempre apreciamos su importancia y su trabajo. Sin embargo, solo de adulta comprendí verdaderamente  la esencialidad de la enfermería. 

Sucedió hace treinta y cinco años. Estuve ingresada durante bastantes semanas en un hospital a consecuencia de una complicación grave que derivó en una operación muy compleja, de la que iban a quedarme secuelas. Por entonces yo deseaba con todas mis fuerzas ser madre y luchaba por tener hijos- esta es la verdad- pero mi cuerpo no quería.  Me encontraba muy triste, sin ganas de recoger de nuevo los pedacitos de sueños descalabrados. Cada amanecer esperaba a un hada madrina con uniforme blanco de enfermera cuya cara recuerdo perfectamente, y su pelo cortito y moreno y sus gafas. La esperaba porque era muy sonriente y me regaba con su alegría.

Una mañana a la hora del desayuno, como quien no quiere la cosa, sustituyó mi brik de Zumosol por un enorme vaso de zumo de naranja natural. "No le cuentes a nadie esta travesura que he hecho, pero bébetelo. Está recién exprimido"- me dijo. Yo me quedé asombradísima y le pregunté por qué me lo había traído. Y ella respondió con una frase que nunca he olvidado. Me dijo: "Te he traído este zumo para que te acuerdes de que quieres vivir."

Yo quería vivir, sí, claro que sí. La enfermera, con su zumo de naranja, me despertó de nuevo, me permitió trascender el sueño que no se cumplía y me dijo: la vida puede ser dulce, solo tienes que comprenderla. 

Las enfermeras son personas que, en los momentos de mayor vulnerabilidad, se preocupan por nosotros. Además de su profesionalidad, que es grande y debemos reconocerla, todas poseen la cualidad más delicada, aquella que solo pertenece a quienes poseen plenitud de humanidad: dejan de ser ellas mismas y se transforman transitoriamente en otras. Se transforman en nosotros, dolientes, nos comprenden, nos cuidan, nos devuelven de nuevo la dignidad y la fuerza, nos distinguen a cada uno entre el resto de los enfermos, nos personifican.

Gracias por la esencialidad.

 

He narrado esta anécdota en mi libro Encuentros, pero en tercera persona, como si fuera un cuento. Sin embargo, fui yo quien se bebió, enterito, aquel maravilloso zumo de naranja. 

 


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