Hace una semana visité con mis alumnos, que estudian cuarto de primaria y
tienen nueve años, la azotea del Palacio de Comunicaciones de la plaza de
Cibeles, hoy ayuntamiento de Madrid. A nuestros pies se extendía lo mejor que
tiene la ciudad: el parque del Retiro completo, los palacios de la calle de
Alcalá y del Paseo del Prado, el mágico círculo de la diosa Cibeles contemplada
a vista de pájaro, maravillosos árboles y una gigantesca bandera cuyo tamaño
impresiona más desde esa perspectiva. Y de repente, un chiquillo que acaba de
llegar de Venezuela me tiró de la manga y me dijo:
-Profe, qué preciosa es España.
Me emocioné, claro.
Luego pensé cuántos españoles diríamos
esta frase así, en voz alta, sin temor a ser considerados de un color o de
otro. Pensé cuántos países habrá en el mundo que se avergüencen del nombre y la
belleza de su patria y la escondan bajo expresiones neutras como “este país”. Y
creo que en todo el mundo debemos de ser solo nosotros, los españoles, con
nuestros inexplicables complejos. Ya nos llevan durando demasiados siglos.
Qué preciosa es España, tienes razón querido alumno. Ojalá
sea acogedora para ti, recién llegado, y para todos los que vivimos en ella. Ojalá, algún día, todos
seamos capaces de reconocer y de cuidar su belleza.
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