Texto dedicado a la Asociación Cultural Antares de Campo de Criptana
Como lectora que tiene esa oportunidad, seré
consciente de que cualquier lectura cuyo fin sea ensanchar mi vida y hacerla
más profunda necesita un poquillo de tiempo que a lo mejor no puede estar
previamente determinado – una hora o media hora al día- porque mi vida es
complicada y está llena de cosas que hacer. Así que estaré abierta a los
pequeños ratos libres, y preferiré alimentarme con un libro que desnutrirme con
las pantallas.
Como lectora de la oportunidad,
consideraré a un libro como un medio de vivir otras vidas, abrirme a la riqueza
de otros lugares y otros tiempos, a las aportaciones de los escritores y a la
posibilidad de paladear sensaciones nuevas.
Como lectora de la oportunidad,
dejaré tiempo para pensar en lo que he leído, para darme el gusto de buscar un
final distinto, para leer en un grupo de amigas - o en una asociación como Antares- para conversar
sobre libros, para enriquecer mi realidad. Seré consciente de que yo veo muchas
más cosas de las que el autor pensó porque me veo a mí misma en cada personaje
que me enamora.
Como lectora de la oportunidad, me
esforzaré en aprovechar mi propio tiempo de lectura y no me escocerá el dejar
un libro sin terminar si no me emociona. Aprenderé de mis errores y poco a poco
iré encontrando libros a mi medida.
Como lectora de la oportunidad, no
tendré miedo a los clásicos, ni a los libros gordos ni a los ensayos ni a esos
libros que no ha leído nadie. Todos son herramientas para bucear profundamente
en mí misma.
Como lectora de la oportunidad, me
imaginaré cómo son los ojos de los protagonistas de los libros, escucharé su
risa, compartiré su dolor, les tendré cariño, confiaré en ellos. Y cuando
alguno me llegue profundamente al corazón, apreciaré el privilegio.
Compartiré mis descubrimientos. Me
dejaré aconsejar. Aconsejaré en lo que pueda.
Como lectora de la oportunidad, me
atreveré a releer lo que leí de joven y me llegó al alma. Y así descubriré que
sigo siendo yo, O que ya no soy la misma persona. Así sabré cómo ha sido mi
relación con el tiempo.
Como lectora de la oportunidad, si me
apetece escribir algo, no tendré miedo.
Haré un esfuerzo por tener paciencia
con mis hijos. No me cansaré de que me vean leer.
Como lectora de la oportunidad, daré
una buena bienvenida a los libros nuevos, con su olor crujiente; y a los de la
biblioteca, que llevan en su cuerpo las cicatrices de las lágrimas y el eco de
las risas de muchas otras personas.
Procuraré estar atenta al final de un
libro, de manera que haya espacio para preguntarme a mí misma qué he aprendido
de mí que antes no sabía.
Como lectora de la oportunidad,
cuidaré la intensidad de mis buceos en el argumento de ese libro que me
engancha y, si no es necesario, no compararé a mi pareja con el protagonista.
Como lectora de la oportunidad,
respetaré la intimidad de quienes leen a mi lado, así también habrá para mí un
poquillo de respeto y silencio.
Como lectora de la oportunidad,
procuraré que los libros no me quiten demasiado el sueño, pero si tengo que pasarme
la noche entera leyendo porque no lo puedo soltar, no lo soltaré y listo.
Haré un esfuerzo consciente por mi
propia desaceleración. Para leer a gusto hay que respirar.
Como lectora de la oportunidad,
distinguiré perfectamente, en mi biblioteca, entre los libros esenciales y los
superficiales, y sabré siempre responder a la pregunta: ¿Qué cinco libros
salvarías de un incendio?
Como lectora de la oportunidad,
disfrutaré todo lo que pueda de reírme y de llorar delante de un libro. Y si
termino por mojarlo de lágrimas, bien mojado quedará.
Como lectora de la oportunidad,
disfrutaré todo lo posible de realizar una actividad llena de sentido, en sí
misma productora de felicidad, tal vez como pocas.
Y de vez en cuando dedicaré un
pequeño pensamiento a esos dos tercios de mujeres de la tierra que no pueden o
no saben leer.
Porque necesitamos los libros.
Porque las grandes obras de la
literatura son grandes regalos que los seres humanos nos hemos hecho a nosotros
mismos.
Porque los grandes escritores
explican nuestra vida, la orientan, la iluminan.
Porque leer nos ayuda a comprender y
eso nos hace mejores personas.
Porque existe la novela que cuenta mi
vida, el poema que habla de mi amor, el libro de pensamiento que aclara el mío.
Porque buscar esos libros donde está
mi retrato es una aventura apasionante. Y no me la pienso perder.
Porque a
lo mejor tiene razón la escritora Marguerite Yourcenar, en las Memorias de
Adriano cuando dice:
No estoy
seguro de que el descubrimiento del amor sea por fuerza más delicioso que el descubrimiento
de la poesía.
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