El asesinato de un
profesor por un alumno es un hecho excepcional en España. Sin embargo, en los
claustros no lo hemos comentado apenas. Tal vez para convencernos de que la
muerte de este compañero no supone un motivo de alarma. O tal vez porque a
todos, al escuchar la noticia, se nos ha venido a la cabeza ese alumno callado
y taciturno que escribe cuentos tenebrosos y dibuja muñecos gore; ese que está durante muchas horas
del día – y de la noche- expuesto a la agresividad que mana desde mil pantallas.
Los profesores no sabemos cuándo se desborda el vaso, cuándo la sobredosis de
violencia externa y soledad interior muta el juego de un niño en paranoia. Tampoco
sabemos cuándo se olvidan definitivamente las consecuencias de los propios
actos, aunque convivimos con chicos que crecen en una sociedad de actos sin
consecuencias. Y al darles clase, al apuntar uno cualquiera de los límites que
la educación pone en la naturaleza del ser humano, los percibimos
sobreprotegidos por sus familias en lo banal y abandonados en lo esencial.
¿Qué puede hacer la
escuela ante el tsunami de violencia que acompaña el desarrollo psíquico de los
niños? Mucho y nada. Mucho si comprendemos que la tarea principal de los
docentes es el “traspaso” del modo de empleo de la vida. Aunque se nos apremie
para subir puntos en PISA, la docencia es un encuentro personal en el cual alumnos
y maestros recorremos un camino ético. Así que ahí estamos, redoblando las
iniciativas a favor de la convivencia y la acción tutorial. Ahí estamos con
nuestros reglamentos de centro, embutiendo el teorema de Pitágoras entre
artículos de la Declaración de los Derechos Humanos.
Pero no podemos hacer
nada sin el aporte a la comunidad educativa de profesionales de la psicología,
la pedagogía terapéutica, la compensatoria. La crisis se ha llevado la mayoría
de los apoyos de los centros educativos. Los que quedan apenas pueden acompañar
a los alumnos con dificultades de aprendizaje, y para los que tienen dificultades
de relación con los demás queda solo el tutor, a cuenta de su vocación docente.
Por cierto, nunca se ha considerado que la psiquiatría infantil deba tener
sitio en la escuela.
No podemos hacer nada
sin una familia que se implique con responsabilidad en la educación de los
hijos. Esa familia también necesita apoyo de la sociedad: mensajes educativos
desde los medios de comunicación, menos banalidad, mejores ejemplos públicos,
menos violencia estructural. Este muchacho de Barcelona, con trece años, es
adicto – así se ha dicho - a una serie de asesinos de zombis rodada con exceso
de vísceras y sangre. Mis propios alumnos de doce la siguen con pasión. ¿Por
qué no intervenir en casa cortando de raíz estas experiencias? ¿Cómo hacer
comprender a los padres que son devastadoras para la mente infantil?
Por último, los
centros no podemos hacer nada sin una buena política educativa. Ahora se habla
de una mesa para la convivencia escolar. Ya la hubo y nunca se convocaba. Se
trata de reconocer la labor en las aulas, de otorgar a los profesores un rango de valor. Cuando los
gobernantes desacreditan la labor docente abren la puerta a una dinámica
perversa en la cual la sociedad no respeta, por tanto la familia no respeta, por
tanto el alumno no respeta.
Cada año casi cuatro
mil profesores denuncian ante el Defensor del Profesor agresiones, insultos, acoso, soledad. Ellos no
son un hecho excepcional. Deberían preocuparnos mucho a todos.
Artículo escrito para el periódico El Mundo
Como siempre apuntas a la esencia. No puedo estar más de acuerdo.
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Aún así, quedan tantas cosas en el tintero... Sinceramente, no creo que vivamos en una sociedad más violenta en términos objetivos que la de la mitad del siglo XX o la Edad Media. Lo que sí está claro es que esta violencia continuada que los chicos reciben está "programada", asociada al consumo de objetos, al descanso y al juego. ¿Qué estamos haciendo con los niños aquí y en todo el mundo? Como dice un joven que conozco: primero los desnaturalizamos, en el sentido de alejarlos de la naturaleza; ahora los deshumanizamos. Uf.
ResponderEliminarCarmen, ¡qué razón tienes en todo lo que escribes!. Existiendo la problemática de base que planteas: familia, escala de valores, ilusiones, futuro... para mí es fundamental lo que también dices en tu artículo: el NULO apoyo que, desde la Administración, recibimos.
ResponderEliminarVoy a exponer en una pincelada la situación en lo que, a día de hoy, más conozco: cómo se puede explicar que, para chavales de la nueva F.P. Básica, dónde la casuística y problemática de cada uno de ellos es ya de por sí bastante compleja (abandono familiar, familias desestructuradas, consumo de estupefacientes...) lo único que interesa a los "mandantes" son los números y las estadísticas: cuantos están "escolarizados", cuantos promocionan...pero....¿a cambio de qué? ¿qué ponen ellos? ¿qué esperan?...
Qué se puede esperar cuando se comienza con una ratio alumno-profesor por encima de lo recomendable, cuando se mandan profesores que no tienen la preparación específica que se necesita para trabajar con éste tipo de chavales y que ellos mismos reconocen pero que, por encima de todo, necesitan ese dinero para vivir y que les supone perder la salud día a día...cuando no se dispone de Departamento de Orientación, que es IMPRESCINDIBLE para dar apoyo a alumnos y profesores, máxime cuando se tiene y ¡lo quitan!. Demencial....
No me olvido... cuando muchas veces, los propios compañeros, escondemos la cabeza bajo el ala pensando que eso "no va" con nosotros...¡qué gran error!.
Perder la mira que la inversión en estos chavales, en edades complicadas, es la manera de evitar tenerlos en la calle para tratar de tener que invertir menos en policías, jueces, seguridad ciudadana, etc. nos lleva a situaciones límite de las que luego nos arrepentimos.
Mientras que los "mandantes" ( con "d" y no "g"...) no sean capaces de dejar de mirarse el ombligo, de dejarse de luchas políticas, de partidismos absurdos y piensen que ¡ya es hora! de sentarse a consensuar un Sistema Educativo que mire primero por las personas y no por los números y estadísticas, estaremos perdidos TODOS. Mientras no piensen que ser ÚTIL tiene mucho más valor que ser IMPORTANTE...iremos de cabeza...
Yo, que estoy próximo a la jubilación, después de 35 años dedicado a una profesión que elegí por VOCACIÓN a la que he dado mucho y me ha correspondido con momentos inolvidables , quiero transmitiros a TODOS mis deseos de TODO lo mejor para el futuro ya que al fin y al cabo...es dónde vamos a vivir el resto de nuestras vidas...
Un abrazo. Antonio
Querido Antonio, gracias por esta maravillosa reflexión que comparto de principio a fin. ¡Tu futuro tiene que pasar por un blog para que todos podamos aprender de tu sabiduría!
ResponderEliminarDesde aquí doy humilde testimonio de que este profesor, Antonio García Burgos, con unos cuantos compañeros tan vocacionales como él han levantado y están sosteniendo un centro extraordinario. Gracias en nombre de todos.