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viernes, 16 de mayo de 2014

El silencio de las niñas



En un mundo con tantos motivos de preocupación, me preocupa especialmente el silencio de las niñas. Estamos tratando a quienes serán las mujeres del futuro como princesitas Disney. Las queremos sumisas y sometidas siempre al dictamen del espejito mágico y del príncipe encantador; o por el contrario les exigimos que tomen decisiones de adultas con su llave de casa al cuello. Las vemos como pequeñas maniquíes para los artículos de consumo y ponemos en la picota su  dignidad esencial cuando les enviamos el mensaje de que sin tetas no hay paraíso. Este es, como todos saben, el nombre de una popular serie de televisión. Confieso que me avergüenza escribirlo.

Debemos romper el silencio de nuestras niñas: las de este occidente deshumanizado que las viste como meretrices chiquitas, y las agobia con requerimientos sobre el peso y el color del cabello desde los seis años. Esta sociedad en la que circulan por Internet miles de imágenes de niñas compradas, vendidas, ya para siempre sin inocencia y sin infancia.

Y mientras se desenvuelve la vida de una niña europea – al mismo tiempo – miles de niñas de otros lugares viven cada día en un infierno. Es imperativo que las niñas del mundo no sean invisibles. Por eso debemos romper el silencio de esas pequeñas secuestradas en una de las innumerables cicatrices de África, amenazadas con la violación, máximo exponente de la vulnerabilidad del sexo femenino. Y también debemos romper el silencio de las niñas esclavizadas en los burdeles asiáticos, de las que viven sometidas a los atroces matrimonios concertados y la compraventa, de las sujetas a mutilaciones y al contagio del SIDA, de las madres adolescentes, de las que sirven de cebo para la pederastia.

Las niñas también guardan silencio  sobre sus sueños. Aunque estamos  convencidos de que quieren ser famosas, la verdad es que siguen queriendo ser profesoras. Suyos son el cuidado, la ternura y la fortaleza, porque son mujeres en proyecto.

Entre tanto lodo aparece una vez más la esencia de la naturaleza humana. Y en ella no vive el retroceso, vive la esperanza. Nunca conseguiremos nada verdaderamente bueno si no es para todos. Para las niñas también.

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