Androula Vassiliou, comisaria europea de
Educación, realiza un diagnóstico sobre algunos de los problemas actuales de la
educación en una estupenda entrevista para el Boletín del Colegio de Doctores y
Licenciados, en la que denuncia la “falta de visión” de algunos gobiernos
europeos con respecto a las políticas del profesorado.
Quisiera detenerme
especialmente en un punto concreto de su reflexión.
Vassiliou afirma: “Los Estados miembros
de la UE pronto tendrán que contratar profesores en todas las materias para
colmar el vacío que ha dejado y dejará la oleada de jubilaciones de profesores
(…) Es importante hacer atractiva la carrera docente para poder contratar a los
mejores candidatos y estimular a las personas a escoger la profesión, una
práctica que no siempre cumplen los Estados. Además será cada vez más necesario
persuadir a los docentes experimentados de que permanezcan en la profesión en
vez de jubilarse, y esos docentes puede que necesiten apoyos suplementarios.”
Vamos a acercarnos un poco más a algunas
palabras de la comisaria europea:
Contratar
profesores en todas las materias.
En el Estado miembro de la UE que mejor
conozco, se han perdido en los últimos años más de cincuenta mil puestos de
trabajo docente y se han dejado de ofertar más de veintidós mil plazas de
funcionarios en las oposiciones. Son cifras que lesionan la estabilidad de las
plantillas, la renovación de los efectivos y las medidas de calidad que el
propio Gobierno propone en la LOMCE. Idiomas,
TIC, atención individualizada…, no son más que palabras si no hay suficientes profesores.
Un estudio realizado por ANPE durante el
curso pasado estimó en 22637 las plazas del cuerpo de Maestros que hubieran
debido ofertarse en las oposiciones 2013 en las comunidades autónomas. El
estudio no consideraba las de los cuerpos de Secundaria, cuya oferta de empleo se
convocará en 2014. Tampoco estaban incluidas las vacantes de las jubilaciones,
por lo que la estimación era a la baja.
El funcionario no es más caro que el
interino pero sí más estable. Parece demostrado ya que la disminución de oferta
de empleo escondía el despido de profesores. Los interinos son hoy un colectivo
más vulnerable que nunca, amenazado por la supresión de sus puestos de trabajo
y por la privatización.
Cuando se tiene constancia de un aumento
muy notable de alumnado en la enseñanza pública, no debe agravarse la falta de
visión política. Los agentes del sistema educativo- profesores y alumnos- no pueden ser invisibles
para quienes administran lo público. El Ministerio debe permitir la superación
de la tasa de reposición en las comunidades autónomas. Hay que recuperar
profesorado. Esta situación dramática debe terminar.
Hacer
atractiva la carrera docente para poder contratar a los mejores candidatos y
estimular a las personas a escoger la profesión.
Para construir la casa desde los
cimientos, el primer elemento de la reforma educativa hubiera debido ser la política del
profesorado. Empezando por el principio.
A día de hoy sigue siendo necesario
repensar la formación inicial de los docentes. Está poco ajustado a la realidad
de las aulas y a las necesidades de innovación. Por supuesto la titulación de
Grado en el Magisterio es un avance, pero pierde valor si solo sirve para
repetir las mismas cosas que se hacían antes. Por su parte el máster de Secundaria
parece una oportunidad perdida. El diseño de estos estudios está resultando
improvisado, poco innovador, sujeto en exceso a la autonomía universitaria de
manera que existen desigualdades enormes entre las facultades de Educación. Es
un hecho que el máster actual no parece responder a las necesidades didácticas,
pedagógicas y de práctica docente de los futuros profesores.
En estos momentos, una comunidad
autónoma anuncia cambios en el diseño de la formación inicial. Espero que no se
limiten a aumentar los contenidos teóricos. No se trata solo de que el futuro
maestro aumente sus conocimientos sobre las materias, puesto que estos conocimientos
deben suponerse – o comprobarse previamente-
en los aspirantes a la docencia. La idea debe ser que profundice en la
didáctica de todas las materias y por tanto domine la manera más efectiva y
motivadora de enseñarlas. En este sentido un estudiante de Magisterio nos podría decir: “Ya
conozco la tabla de multiplicar. Enséñame a enseñarla empleando medios nuevos,
con las tecnologías de última generación, en inglés… Conviérteme en un experto
en enseñanza de la lectoescritura. Aumenta mi periodo de prácticas para que
pueda poner a prueba mi vocación. ”
Si sirve mi experiencia personal, cuando
yo terminé la carrera de Magisterio, hace ya más de treinta años, dominaba
todos los pormenores de la Revolución francesa por el enorme peso de la
asignatura de Historia en el currículo de mi especialidad. El primer día de
clase me di cuenta con espanto de que no sabía enseñar a leer. Tuve que
matricularme aquella misma tarde en un curso de formación. No parece que
hayamos cambiado mucho. Si lo hemos hecho, no retrocedamos.
Una vez definida la formación inicial,
debería establecerse un nuevo sistema de acceso a la función docente. El actual
está demasiado condicionado por la transitoriedad, anticuado. Es preciso que
quede insertado en una norma básica de carácter estatal, que contemple un
periodo amplio de práctica docente previa a la condición funcionarial y que no
se vea interferido por la baja tasa de reposición de efectivos, es decir que no
se convierta en un freno para el acceso de los más motivados por la tarea
educativa. Este freno virtual se ha apreciado ya con la bajada del número de
candidatos en las oposiciones. Cunde el desánimo sobre la profesión docente. Entre
los despidos de quienes tienen experiencia y las puertas cerradas para los que
necesitan una primera oportunidad estamos perdiendo grandes vocaciones en una labor
que las necesita imperiosamente.
Por su parte, la carrera profesional
sigue ausente. El Estatuto Docente avanza lento pero inseguro. Es imprescindible
una norma marco que, desde las particularidades de la docencia, establezca una
carrera profesional bien diseñada y con alicientes, que subraye la formación
permanente, valore las iniciativas, esté bien retribuida y mejore el reconocimiento
social.
Persuadir
a los docentes experimentados de que permanezcan en la profesión en vez de
jubilarse, y esos docentes puede que necesiten apoyos suplementarios.
Esta frase de Vassiliou se explica por
sí sola. Pero, ¿cómo hacerlo en España sin carrera profesional, sin un modelo
de autoridad definida, sin reconocimiento social, con algunos gobernantes tachando
a los docentes de vagos e ignorantes? ¿Cómo explicarle a una profesora veterana
que el retraso en la edad de jubilación no es un drama cuando ve desaparecer
los programas de apoyo, las retribuciones y los derechos laborales?
Jóvenes en edad o en espíritu,
sobradamente preparados, motivados y resilientes. Así son los docentes de un
sistema educativo de éxito. Ninguna mejora podrá hacerse de espaldas a la
situación del profesorado.
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