Nueve minutos de belleza como regalo para esta tarde de junio. Lucía Lacarra, una de las primeras alumnas de Víctor Ullate, baila La Dama de las Camelias.
Ella habló conmigo para el libro "La vida y la danza", que se presenta el martes 25 a las 20 horas en los Teatros del Canal, calle Cea Bermúdez, Madrid.
Así entra Lucía en el libro:
Mientras la compañía madura
con cada representación, llega a la escuela una segunda oleada de alumnos. Son
muy niños aún, ven a Víctor en El Kiosco
al volver del colegio y sienten un amor apasionado por la danza. Esos pequeños
se llaman Tamara Rojo, Ruth Miró, Altea Núñez, Elena Travesedo, Ángel Corella,
Joaquín De Luz, Carlos López, Carlos Pinillos, Jesús Pastor, Fernando Carrión,
José Carlos Blanco, Andrés Pérez, José Martín… Ellos, junto con los más
destacados de la primera hora, son los bailarines españoles de la generación de
oro, todos sin excepción alumnos de Víctor Ullate.
Lo
cogían todo. Eran tan rápidos que la clase parecía un juego. Se esforzaban por
ver quién marcaba, quién se ponía delante, quién saltaba o giraba mejor. Yo potenciaba
su inteligencia creando constantemente nuevos ejercicios para ellos, de manera
que las clases nunca fueran iguales, y disfrutaba como el que más.
Entre los pasos a dos de Arraigo hay uno con gran dificultad
técnica y un toque cómico a la vez. Cuando la compañía de Ullate vuelve a
Bilbao, se convierte en un flechazo para Lucía Lacarra, una niña de Zumaia.
- El primer espectáculo de
danza que vi fue la actuación de la compañía de Víctor Ullate en el teatro
Arriaga. Bailaron Arraigo y Amanecer, y lo que más recuerdo es que
me parecieron todos fuera de este mundo de maravillosos, y que tuve la carne de
gallina durante toda la función. Llegué a casa emborrachada completamente de lo
que había visto. Estaba segura de que, al ser del País Vasco y no tener muchas
posibilidades allí, si me concedían una beca de estudios yo iba a ir a la
escuela de Víctor Ullate.
Lucía baila muy pronto ese
paso a dos. Un año después de la función en el Arriaga, consigue la beca de
estudios y se incorpora a los cursillos de verano de Ullate. Así entra a la vez
en la escuela y en la generación de oro.
- Eran tan famosos los
cursillos que éramos como unos ochenta en la clase. Había tanta gente y tanto
calor en Madrid que ni siquiera nos veíamos porque el espejo era un vaho
completo. Me quedé ya a empezar allí la temporada de estudios y me cambió la
vida. Creo que lo que uno aprende desde el principio se queda ya para siempre
en su maleta. La base técnica que Víctor me dio… Como maestro no he conocido
nunca ninguno mejor, con la pasión que tenía, las ganas de enseñar, de
instruirnos, de convertirnos en algo. Lo que nos puso no solo a nivel técnico
sino a nivel de disciplina, a nivel de trabajo, esa pasión, esas ganas de
superarnos, de pensar que siempre puedes mejorar, sobrepasarte. Yo creo que en
ese sentido los bailarines que hemos salido de su escuela somos significativos.
Todo el mundo dice que somos extraordinariamente trabajadores, conscientes,
disciplinados, y que tenemos esa pasión, esa garra que nos diferencia del
resto.
Para Víctor esa pequeña
bailarina es también una revelación.
Cuando
llegó Lucía yo me enamoré de esa niña. Ella no tenía padre y me consideré como
tal porque Lucía era la hija que yo hubiera querido tener. Era trabajadora,
lista como un lince, musical… Me entendía la mirada. Para mí ser su maestro fue
un regalo de la vida.
Lucía Lacarra es hoy una
estrella internacional que ha ganado el premio Benois entre muchos otros. Ha
sido estrella de Roland Petit, de la Ópera de San Francisco y, hoy, de la Ópera
de Munich.
Y es que en la Academia de
Danza de la calle Doctor Castelo, Víctor Ullate está preparando a ese grupo de
jóvenes nacidos a finales de los setenta para hacer algo importante: cambiar la
opinión de España sobre el ballet y la del mundo entero sobre los bailarines
españoles.
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