BIENVENIDOS

Bienvenidos a esta sala de profesores. Gracias por compartir conmigo las ganas de pensar sobre educación.



lunes, 14 de septiembre de 2020

MORIA

 

                                         Foto: La Vanguardia


Entre el aluvión de noticias sobre rifirrafes de la política y problemas de la educación y la sanidad, como un titular más en un océano de información, nos hemos enterado del incendio y la destrucción del campamento de refugiados de Moria. Trece mil personas desesperadas, entre ellas miles de huérfanos abandonados y expuestos al infierno en plena infancia, se hacinan en un solar de la isla de Lesbos.

La bella Lesbos. Un lugar paradisíaco, rebosante de historia y cultura de la antigua Grecia, donde brotó la semilla de la realidad cultural, de la civilización avanzada que hoy conocemos como Europa; donde de la unión entre la ética griega y la religión cristiana surgieron las ideas de democracia y de derechos humanos. El lugar natal de Safo, del pirata Barbarroja- que de todo hay en Europa, claro- y del poeta Anacreonte, que hace dos mil quinientos años escribió:

Héroes, dejad de enardecer mi mente 
porque mi lira solo amores canta.

¿Por qué están allí, en Moria, esas personas que nada poseían y lo han perdido todo? ¿De dónde han salido? Se lanzaron al mar huyendo del hambre, de la miseria, de la guerra, de la muerte que les rodeaba en sus países de origen. ¿Por qué escaparon con tanta desesperación? Seguramente porque perdieron la esperanza de que su tierra natal deje de ser el campo de pruebas de las industrias de armas, de la corrupción de los gobiernos, del desinterés del capital por la igualdad y la prosperidad de la gente. ¿Alguno de nosotros, en estos seis meses de pandemia, lo hubiera dejado todo y se habría tirado de cabeza al mar? Habría que estar muy desesperado, ¿eh? Pues la guerra de Siria dura ya nueve años.

¿Y qué hacemos ahora que están aquí? ¿Qué hacemos nosotros, los europeos que también conocimos hace ochenta años el miedo, el hambre y la muerte ciega pero se nos han olvidado, inmersos como estamos cada vez más en atender los deseos del minuto presente. Quizá lo más sencillo sea escuchar al propio Anacreonte:

Mientras llega el momento 
de acudir a las danzas infernales, 
quiero vivir ajeno de cuidados.

Queremos vivir ajenos de cuidados sobre la realidad de Moria porque nacimos aquí o aquí vivimos; porque nos pica la mascarilla anti Covid en la cara y nos parece un castigo tener que llevarla puesta tantas horas. Pero nuestros hijos podrían haber amanecido hoy, huérfanos, en Moria.

Los campamentos de refugiados son la prueba del pecado original de la humanidad, que nos ha marcado a todos con una incapacidad congénita: la de terminar con tanta hambre y tanta guerra.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario